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viernes, 5 de diciembre de 2014

EL FORRO DE NUESTROS BOLSILLOS

En estos días cercanos a la Navidad siempre se ha puesto el acento en promocionar los gestos de ayuda a todo tipo de causas, y siempre me ha parecido bien: ayudar a familias sin recursos para que estas fiestas sean menos tristes; a niños tanto de España como del extranjero para que no se sientan discriminados con los juguetes…
Lo que ocurre es que en estos momentos en el que “la cosa que está muy mal” sigue siendo motivo de conversación un día sí y el otro también, se está poniendo en marcha todo tipo de cooperación ciudadana.
Desde Donosti, que es desde donde este vecino del mundo escribe, la semana pasada fue de ayuda a los Bancos de alimentos (que por cierto, con las ya connotaciones negativas que tiene la palabra “banco” deberían de buscar otro nombre para denominarlos), y en todo tipo de tiendas había grupos de personas desplazadas al efecto que te daban unas bolsas de plástico, para que mientras hacías tu compra, colaboraras comprando para los citados bancos de alimentos, cierto tipo de productos no perecederos que ellos te aconsejaban al entrar, y al salir del establecimiento les entregaras “tu buena causa”.
Esta semana ya acabo de leer que Cruz Roja lanza una campaña de recogida de juguetes para niños y niñas en dificultad social, y que conste que me parece bien, pero… ¿no va siendo hora de que salgamos a la calle OTRA VEZ para mostrar nuestro malestar con el proceder, o no, que nunca se sabe, de este gobierno que no cumple con sus deberes?
El gobierno actual ha hecho lo más fácil, aunque ellos con cara de pena dicen que es lo más difícil, pero que la culpa es de Zapatero, y nos han recortado hasta las ganas de vivir. Y todas esas carencias, con tanta injusticia social, que nunca han sido negociables, sino por decretazo, tienen que ser suplidas desde otro lado, y me temo que desde el lado del forro de nuestros bolsillos.
España nunca puede ser sospechosa de no ayudar a nadie.
En nuestro ADN ya tenemos incluido el ayudar a todo tipo de causas.
Los nacidos en los cincuenta recordaremos esa hucha con forma de niño africano, o asiático, que nuestro “profe” tenía en su mesa para que ayudáramos al Domund. Ahora parece que el “domund” lo tenemos instalado en nuestra propia casa. Con lo cual, “nuestra alarma”  para que nos parezca que ayudamos mucho es difícil de que suene, porque estamos acostumbrados, incluso con nuestros propios órganos, siendo, en cuestión de donaciones, los primeros a nivel mundial.
A todo eso hay que añadir la famosa “ayuda” a los bancos para que reflotaran en lugar de “su” economía, la nuestra.
Muchas veces tomo como base la filosofía de mi madre, una más de los famosos niños de la guerra civil que se tuvo que curtir en tierras francesas para salvar su vida. Y mi madre siempre ha dicho eso de que “una ubre da lo que da, y llega a donde llega”, y la nuestra, junto con nuestra moral, ya está depauperada.
Y hoy en lugar de terminar con una especie de conclusión final, me voy a tomar una licencia, y voy a acabar con una pregunta, que en realidad no espera respuesta, pero que si la hay, será bien recibida.
¿No estaremos, también, ayudando por encima de nuestras posibilidades?

*FOTO: DE LA RED

martes, 13 de mayo de 2014

HISTORIA DE UNA INJUSTICIA, Y SU REPERCUSIÓN

Tengo un amigo de esos de los de toda la vida, al que le llamamos “Present”. No, no es en inglés, sino el diminutivo de “presentador”. Y es que desde muy joven siempre iba con chaqueta a todas partes, y más que bien peinado, con el cabello numerado y colocado en orden uno por uno.
Además, como lo explicaría, la expresión de su cara siempre es como de que acaba de llegar, y que aunque la procesión va por dentro, quiere “colocar” una expresión política y correcta con aire de felicidad, sin llegar a exultante, para no dar envidia o agraviar.
¡Vamos! Present en realidad fue un adelantado en su época, porque ahora, quien más quien menos, va así prácticamente a todas horas, y de entrevista de trabajo a entrevista de trabajo, con el cinturón siempre preparado por si hay que bajarse los pantalones, que es la mayoría de las veces. Con cara y cuerpo como que no pasa nada, limpio y siempre en orden, más o menos como muchos de los frigoríficos actuales,  que por no tener, no tienen ni productos caducados ni de los otros.
Hay algunas neveras, palabra prácticamente ya olvidada, que abrirlas supone tener más valentía que Ángel Cristo en sus buenos tiempos, metiendo la cabeza en uno de sus leones. Y es que la cosa, o la que está cayendo, o la crisis, está tan mal que hay frigoríficos que son trampas mortales, y como metas la cabeza para corroborar que, en efecto, sigue vacío, se puede cerrar y devorarte lo que te pille, de lo hambriento que él mismo está.
Y mientras en Valencia, el Banco de Alimentos ha alertado sobre su posible cierre al ser condenado a pagar más de 200.000 euros por el recargo de prestaciones a la Seguridad Social, debido a un accidente laboral ocurrido en 2010, a uno de sus cooperantes, y apelan a la solidaridad de la sociedad para poder mantenerlo abierto.
No sé vosotros, queridos lectores, pero este vecino vería con mejores ojos ayudar a esta organización que a “apoquinar” como tuvimos que hacer, sin rechistar además, para nuestros amigos los bancos, que, como siempre ha dicho la madre que me parió, en realidad, solo te “ayudan” cuando tú tienes dinero.
Por eso mismo, entidades, asociaciones, “ongs”,  están involucrados en asuntos que a ciencia cierta corresponderían al gobierno, pero nuestros representantes, como mi amigo Present, siempre van bien vestidos e impolutos, con buenas palabras y ademanes, es decir, pura fachada recién encalada, pero sin atisbo de ningún sentimiento, y, mientras, recorte va y recorte viene.

*FOTO: DE LA RED