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viernes, 31 de enero de 2020

EL DÍA DEL CAIMÁN



Hoy es uno de esos días en que se puede cantar eso de “Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla…  y además esa letra, tan peculiar, puede formar parte de cualquier editorial hablando sobre el Brexit. Y ese día, también hoy, ¡casualidades!, se ascendió a los cielos británicos, que para todo hay en la viña del señor, de lo contrario no hubieran ganado aquella votación que se suponía era un mero trámite para acallar a unos cuantos…

Y lo mismo que nosotros, perdimos Cuba y volvimos cantando, los británicos dejan el continente, también cantando en el Parlamento europeo, y se quedan con el contenido, de su isla, y me imagino que con todo lo que les dejen y les venga bien. Para todo aquel que le haya sentado mal estas últimas palabras, antes de cabrearse más, por favor que se dé una vuelta por el Museo Británico, e incluso por el British Museum, y se le bajará las pulsaciones con todo lo que puede encontrar allí acumulado, y que en su origen estaba en cualquier otro país.

¿Pena porque se vayan los británicos? Si ellos no lo sienten así, no va a ser un españolito cualquiera quien intente enmendarles la plana. El que no quiere, no sale en la foto, porque además con su negatividad a estar allí, seguro que la afea.

Nunca se debe olvidar el “caso Brexit” y los  polvos que trajeron estos barros, y todo lo que tiene que ver con cualquier otro supuesto derecho para hacer cualquier otra supuesta votación… Porque aunque lo prometas con la boca, e incluso con el trasero, pequeños, en plan personaje de José Mota, "para mañana”, al final llega “mañana”, y seguro que nos pilla, además, en un mal momento y tenemos mucho para planchar.

Ahora que se han cumplido además, setenta años de la liberación de Auschwitz, y aunque no tenga nada que ver con ello, sí hay que recordar el ayer. Quizás por aquello de que no hay nada nuevo bajo el sol, y aún así seguimos tropezando si no con la misma piedra, sí con piedras similares.

*FOTO: DE LA RED

jueves, 12 de marzo de 2015

SOLEDAD EN LOS MARES DEL SUR



Soledad en los Mares del Sur”. En algún lugar he oído esa frase, o quizás la he soñado. Algunas veces vienen frases a la mente como restos de un eco que va muriendo, pistas de un pasado, o quizás de un futuro, que tienes que utilizar como piezas de un rompecabezas, y colocarlas en su debido lugar de tu mente.

“Soledad en los Mares del Sur”, tropical, pero soledad al fin y al cabo. Soledad teñida de azules de un mar perdido, aunque en este caso parece que el perdido soy yo, no sé si en los mares al sur de la nada o de un recuerdo que lucha por asomarse en la monotonía de la realidad. Soledad con sabor a sal, y poco a poco vas apareciendo en el lienzo de mi mente.

Soledad, eres tú. Hace tanto tiempo que ya no me acordaba. Fueron solamente siete días, una semana de un cruce de caminos que no nos juntaba, sino que nació separándonos. Soledad, era tu nombre, debe de seguir siendo tu nombre. Aquellos ojos de gata, con siete vidas diferentes, y ninguna para vivirla conmigo, siete pecados capitales en una capital de una provincia cualquiera. Y ni el lugar, ni el ambiente, ni siquiera el calor era tropical.

Poco a poco las imágenes se van enfocando. Una joven de mechas rubias y acaracoladas, un pelo frío para una piel tan morena como retadora. Dos miradas que no debieron de cruzarse, rompiendo el silencio de un paisaje prohibido. Un bar nuevo jugando a  antiguo, madera cara recreando el continente de unas vidas siempre ocupadas en el mañana. 


Creo recordar, otra pista del rompecabezas. Te pregunté por una dirección, y tú me dirigiste. Dirigiste mi vida durante siete días, y no volví a verte. Volví al bistró, diseño francés para una ciudad castellana, siete veces más, siempre el siete, y no estabas, nunca estabas. Y juré no volver a buscarte, no volver a recordarte, ni a ti, ni al bistró “Los Mares del Sur”, tan sugerente como equivocado. Un mensaje mecido por los mares del olvido para no llegar a ninguna parte, como su historia.


*FOTO: DE LA RED