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miércoles, 18 de septiembre de 2013

UN BALCÓN PARA MR. SHERLOCK

Sin quererme poner trascendente diré que los mecanismos de la mente son inescrutables. Esta mañana como todas las mañanas me he levantado, y lo primero que he hecho ha sido abrir la puerta del balcón y salir a ver el tiempo que hacía, comprobando la actividad matutina. Es una manera de catar el día que ya ha llegado, y ver pistas que te pueden ayudar a afrontarlo.
No sé si por lo de las pistas, el caso es que mientras miraba la casa de enfrente, la misma casa de siempre, me ha dado por pensar en la variedad de balcones que hay, unos más ordenados que otros, y mediante esa idea no sé cómo he enlazado con Sherlock Holmes y he pensado que este personaje tras unos segundos de observación de cada balcón, nos informaría de los gustos, pecados y virtudes del propietario o arrendatario de cada casa, y rizando el rizo de su nombre con sus dos apellidos respectivos, y datos aproximados de la procedencia de sus padres. Y este vecino del mundo en unos segundos se ha transformado en una especie de ayudante de Mr. Sherlock, y de acuerdo con los dictados de mi mente, transmutada por unos instantes en el Sr. Holmes, he comenzado a estudiar con avidez algunos de los balcones.
La verdad es que la variedad es impresionante y cada uno de ellos un auténtico mundo. Algunos están totalmente ordenados, otros parecen un auténtico almacén con vistas a la calle. Algunos dan a entender que los propietarios no saben ni que tienen balcón, ni que de vez en cuando, sólo de vez en cuando, conviene adecentarlo un poco.
Un balcón, un sólo balcón, ha atraído mi atención. Estaba totalmente vacío, con la excepción de una foto en color, enmarcada a modo de cuadro, y colgada de la pared mirando hacia la calle. Era una mujer de mediana edad que sonreía, no sé si al infinito, o al vecino de enfrente.
Al principio me ha sorprendido, pero al cabo de un rato, en el que no paraba de mirarla, una sensación de inquietud iba creciendo en mí. Más que la foto en sí, era el significado de estar colgada-para-siempre, diría este vecino. Y es que salir un poco al balcón puede ser un privilegio, pero estar perpetuamente allí ya se convierte en castigo. Y esa sonrisa, sin motivo aparente, inducía a creer que, o no se había dado cuenta de su situación, o que lo que pasaba en el interior de su casa, nunca le había importado nada., y quizás había sido castigada, pero por quién, a perpetuidad.
Intentando escapar de mis pensamientos, he salido de mi balcón, y mientras cerraba la puerta, he cortado con mis pensamientos, intentando convencerme de que no hay cosa que más atraiga que aquello que no se comprende, aunque haya alguna razón obvia, si la hay, Pero si la encuentras, ese aura romántica de la historia se desvanecerá y se convertirá en algo mundano, tanto como el comienzo de otro día.

*FOTO: DE LA RED