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lunes, 17 de febrero de 2014

EFECTO PERRO

En el piso de arriba, el perro del vecino lloriquea.
Aquí no tenemos gallos que nos despierten al amanecer, pero sí perros. Ahora debería decir eso de que también hay perros de dos patas, pero en ese caso pondría muy mal al perro, y no es mi intención, ya que además tengo uno, Afgano, mi bichon frisé. Por cierto, con Afgano siempre he tenido un problema. No estoy seguro si en realidad no habla, o es que está eternamente enfadado conmigo, y no me habla a mí.
En cierta manera, ese tipo de situaciones, un perro que ladre en el vecindario, son detalles que nos recuerdan que estamos rodeados de naturaleza, y que por muy conectados que estemos a las nuevas tecnologías, que como llevamos ya mucho tiempo hablando de ellas, ya no son tan nuevas, en realidad provenimos de las cavernas. Y que antes no existía ni Armani, ni tan siquiera Amancio Ortega, y que si no  eras un poco avezado en el arte de la caza, no llevabas ni taparrabo, con las vergüenzas al aire.
Y quizás todo se trate de eso, de disfrazar las vergüenzas de la mejor manera posible, tras mucho tipo de barniz, para que brillemos a pesar de todo.
Hablando de Amancio Ortega. Bien mirado, este señor, al que dicho sea de paso, este vecino del mundo no conoce de nada, es heredero directo de los antiguos conquistadores, al que no le ha hecho falta ni una espada, solo una buena idea, y mucho, mucho trabajo, para conquistar el mundo, y hacer realidad esa máxima del Siglo de Oro español, de que en nuestro imperio no se ponía el sol, aunque en este caso, el imperio sea solo suyo.  Otra cosa ya será los damnificados, o los daños colaterales, como se dice ahora, que todo imperio pueda causar.
Y con lo de los daños colaterales entramos en el terreno de los eufemismos, de los que son verdaderos magos los políticos, como decir eso de que “el poder debe de estar en el pueblo”, lo cual no estaría nada mal. Salvo con la diferencia de que quien dice eso, en realidad está pensando que el pueblo es él, porque que sepa este vecino, al menos él, no ha firmado ningún papel para que nadie hable en su nombre.
En el piso de arriba, el perro del vecino lloriquea, y debajo hay otro vecino que no para de darle vueltas a la cabeza, y solo va a conseguir marearse, o incluso en el peor de los casos, hasta desnucarse.

*FOTO: DE LA RED