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jueves, 10 de diciembre de 2015

MI VECINA, LA DE BENZEMA


Hace un rato, mientras subía haciendo ejercicio por las escaleras hasta casa pensando en comerme un bocadillo lleno de atún y mayonesa, ya lo sé que es plena contradicción, me he cruzado con Rosa, la del sexto. 


Ella bajaba, muy, muy seria, eso sí, vestida del Real Madrid con la equipación completa (planchada y aún con la raya de haber estado a buen recaudo en el cajón correspondiente) de Benzema, y con brazalete negro en su brazo izquierdo.

-¿Es, lo que creo? – Y sin hacer paripé de que no quería hablar, ha largado sin amagos, sin pelos en la lengua. – Hombre, lo que le han hecho a Karim, en su Francia no tiene perdón de Dios.

-¿Te refieres a lo que ha trascendido hoy de que por ahora, y por estar imputado, no puede jugar con la selección francesa?

-Sí, es que las autoridades gabachas –dicho por ella, y como sin darle importancia – son muy suyas. A nosotros –ella es más blanca que Florentino Pérez y Tomás Roncero juntos – nos puede venir bien en el sentido de que al menos no se podrá lesionar con ellos, más que nada en alguna juerga nocturna – Rosa siempre se ha caracterizado por su humor ácido y, siempre, sin darle importancia.

-De todas maneras – y como preguntándose a sí misma – cada vez que se aparta a alguien de algo…¿dónde se pone el límite? La semana pasada –yo ya tenía la sensación de que no estaba junto a ella en las escaleras - fue el primer ministro, Manuel Valls, quien dejó ver su patita en contra de que Benzema continuara en la selección, aduciendo que un deportista debe ser ejemplar, y si no lo es, no tiene su sitio en el equipo de Francia, debió de decir durante una entrevista radiofónica.

¿No te parece, Rosa –le he preguntado yo, aprovechando para hacerme oír y para que volviera del lugar a donde había huido mentalmente– que los políticos gabachos, y digo gabachos porque estamos hablando de ellos, porque en España ocurre lo mismo, o incluso peor, deberían de dar el mismo ejemplo?

- y aquí ya ha aflorado la parte que más me gusta de Rosa, muy suya y, a la vez, con los pies en la tierra y soñadora al mismo tiempo, y sobre todo tremendamente irónica – pero la vida no deja de ser un eterno colegio,  una cosa es el comportamiento de los alumnos y otro, el de los profesores. Y aquí, y me refiero, por decirlo de alguna manera, en la sociedad civil, no importa que sea España, en Gabachilandia, con los hijos de la Gran Gran Bretaña, o los hijos de la Merkel, los políticos viven por un lado y los otros, nosotros, donde nos dejan.

Sin apenas poder decirle nada más, Rosa se ha despedido de mí, mientras me decía: -Voy a andar unos cuantos kilómetros para que se me vaya la mala leche-. Mientras, dejaba atrás un inequívoco aroma de colonia francesa.


A mí, aún me quedaban unos cuantos tramos de escalera para poder perdonarme el pecado del bocadillo que ya me estoy comiendo, lleno de grasa, mucha grasa. Y es que, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y, además, a muchos nunca nos llamará nuestra selección…

*FOTO: DE LA RED