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martes, 1 de diciembre de 2020

LA OTRA TRINCHERA

 

Aunque ya quedan pocos días para abandonar este maldito año, acabamos de entrar, sin anestesia, en un diciembre todavía por escribir, pero que tal como están las cosas, con muchas posibilidades de afrontar más absurdeces que nunca por parte de nuestros políticos y tertulianos de todo tipo de pelaje.

Si no solo no nos ponemos de acuerdo en la cantidad de personas que van a integrar las unidades tipo para celebrar las cenas navideñas, variando entre seis y diez personas, ahora y haciendo uso de nuestra picaresca, nos deberemos de poner de acuerdo en las características de los componentes de cada grupo.

Ya hay autonomías que están pidiendo que no se cuenten como “personas” a los menores de catorce años.

Personalmente este vecino del mundo pediría que tampoco se contasen a los "cuñaos", a los gorrones (que un día llaman a tu puerta, y para cuando cierras descubres que ya tienes a dos dentro, y si son de diferente sexo además en muy poco tiempo tienes un barrio de gorrones en tu pasillo,  y si dices algo es que eres un egoista), a los abuelos, que como además al día siguiente tendrán que cuidar de sus nietos, cenarán los primeros para así irse enseguida a la cama, ya que los padres tendrán que solventar los excesos alcohólicos,  y muy posiblemente otros, provenientes de hablar más de la cuenta, y no estarán para muchas luces, navideñas o no.

Al final, y si seguimos las directrices de nuestros pastores oficiales, los políticos con mando en plaza, corremos más que el riesgo de sufrir de esquizofrenia.

Y es que tenemos que portarnos bien, no salir, cumplir las normas establecidas hoy, mañana no se sabe si habrá otras, pero al mismo tiempo hay que consumir de todo y en todas partes que oficialmente estén abiertas, por aquello de mantener la economía del barrio.

Personalmente, este vecino ya se ha hecho una especie de tatuaje en su mente, para que así no se le borre, ni se lo intenten borrar:

Por mucho que nos vacunen cuanto antes, tengo más que asumido, que como mínimo no habrá que alejarse de nuestras respectivas trincheras no antes de septiembre.

Eso sí, hagas lo que hagas, si algo sale mal, la culpa siempre será tuya por no comportarte como se esperaba que lo hicieras. Porque nuestros, ya mencionados pastores oficiales, en todos estos meses, han dicho de todo sin importar contradicciones. Y en algún momento, obviamente, algo habrán acertado que les sirva de medalla para la foto oficial.

Nosotros, bastante tendremos con haber sobrevivido al COVID-19, y a esta España, que es más nuestra que nunca porque está sin pagar, que si no ya se la hubieran quedado los bancos y los partidos políticos, como siempre.

*FOTO: DE LA RED

 

 

martes, 29 de septiembre de 2020

DESMONTANDO "LA GRAN FAMILIA"

 

Como se siga pidiendo/exigiendo disminuir la cantidad de personas para poder aceptar un grupo en nuestras terrazas, o reuniones familiares (ahora ya se ha pasado en varias autonomías de diez personas a seis), llegará el día en que los que tengan doble personalidad, no van a poder salir a la calle.

Ahora en serio, aunque lo anterior en cierta forma también lo era, más de una vez me acuerdo de aquella película española de 1962, dirigida por Fernando Palacios, La gran familia, la de la famosa búsqueda navideña del Chencho perdido, y sus dos secuelas.

Por de pronto este año en Navidades, y con la nueva normalidad, esa familia de las familias que quería el régimen de entonces, como mínimo iba a tener que organizar tres mini-saraos en sitios diferentes para las comidas y cenas en esos días, se supone, tan entrañables, y así poder cumplir la normativa de cada momento. Y eso, le sigue recordando a este vecino del mundo, las palabras de una Isabel Díaz Ayuso desatada, hablando de maneras de vivir de los migrantes, cuando en realidad los menos afortunados en esta sociedad actual, sólo se limitan a sobrevivir como pueden.

Y es que si algo nos está enseñando esta pandemia es, como en aquella serie de televisión,  que “nada es para siempre”. O como ese famoso chiste que nos contaban nuestros ancestros, al menos los de este vecino, de “cómo cambia la vida, AYER era sin hache, y sin embargo HOY la lleva”.

Aunque normalmente los cambios, siempre relacionados con esta dichosa pandemia, te van aligerando el equipaje y el poder económico.  Y ya hace mucho tiempo que más de uno se ha quedado con las vergüenzas fuera, y en este caso este blogger no se refiere sólo al ciudadano sufridor, sino al que tiene que tomar ciertas decisiones y todo le viene grande, menos la talla de su poltrona de la que no se quiere separar ni arrojándole el agua escaldada de la vergüenza torera, que ni tiene ni se le espera. 

*FOTO: DE LA RED