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viernes, 17 de julio de 2020

TIEMPOS DE DISTANCIAS CORTAS...



A mí, a este vecino del mundo, la nueva normalidad le está matando. 

No puedes hacer planes ni a cinco días vista, porque puede que dentro de cinco días ya estemos todos calvos. Es muy probable que no te dé ni tiempo de llegar al autobús, al avión, o lo que tuvieras previsto utilizar para desplegar tus alas veraniegas.

Como decía el muy recordado “Chiquito de la calzada”, filósofo entre los filósofos de a pie: “La cosa está muy malamente”. Cualquier día comparece Fernando Simón dando pasitos y saltitos, porque lo del “no puedo, no puedo” ya se le está quedando corto.

En Donosti, el comportamiento de la gente, en apenas veinticuatro horas, ha dado un cambio radical. Al final sólo respondemos al castigo, y es que cien euros significa suspender una salida con la cuchipandi o lo que se esconda tras esas mascarillas, que por mucho de diseño que sean, no dejan de ser una especie de pasaporte para intentar escabullirte del bicho malo.

Este año, tiene toda la pinta de que va a primar la distancia corta, los planes pincelados con  dos días vista, porque el resto se puede escapar al intelecto pospandemia. Hacer un viaje en autobús de doce horas puede ser el equivalente de lo que antes sería ir de gira por el famoso Triángulo de las Bermudas.

Personalmente, y tras tanto brote y rebrote, ya he comprobado qué tal ando de previsiones de papel higiénico y sigo preparado para distancias largas. Lo de comer, bien pensado, me vendrá bien ajustarme el cinturón, por cuestión de gastos, sí, pero de los de calorías.

Llamadme malpensado, pero tiene toda la pinta que este año se nos junta la salida  de las vacaciones de verano con el regreso de Navidad. Y es que  si algo nos ha enseñado el confinamiento es que en una casa entran todo tipo de distancias: las cortas y las largas. Solo nos hace falta un mando a distancia y, especialmente, mucha paciencia para la convivencia incluida con nosotros mismos.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 14 de marzo de 2020

MAQUILLANDO VERGÜENZAS



Creo que ya lo he comentado aquí alguna vez. Soy un gran seguidor de Boris Izaguirre y su columna semanal, los sábados, en El País, por aquello de que siempre está en un lugar diferente, y que como el panorama que le rodea, hoy habla de una cosa y mañana de otra, pero siempre con un toque de clase y de cierto aroma a jet lag.

Hoy haciendo guardia en casa, y tras leerle, me estaba preguntando, si en los ambientes que frecuenta Don Boris, también caerán rendidos al coronavirus. Por lógica sí, pero me imagino que en su versión más “posh” (elegante). Nada vinculado con China, sino algo proveniente por ejemplo de Mónaco. Ya se sabe que la corona en Mónaco siempre ha estado más que cuestionada.

Nosotros, nuestra España en cambio, en momentos donde queda al descubierto nuestras prioridades, demostramos que lo que más nos preocupa es la retaguardia. Única manera de explicar esa gran preocupación por el papel higiénico y de terminar con sus existencias.

La experiencia demuestra que siempre hay alguna Universidad rara, de esas perdidas en algún lugar desconocido hasta entonces, que siempre se descuelga, especialmente en verano, con algún estudio de esos muy raros que te hace cuestionar cómo puede haber alguien que se pueda hacer esa pregunta.

¿Para cuándo un estudio de la preocupación que tenemos los españoles con el papel higiénico en momentos en que pudiéramos correr riesgo de desaparecer?

Si ayer me hacía eco de esos madrileños que han tomado al asalto las tierras valencianas, y lo enfocaba en Gandía, horas después nos enterábamos de que el Señor Aznar y su esposa, o la Señora Botella y su esposo, también emprendían su éxodo particular, estos a Guadalmina, en Marbella. Que todavía hay clases, y más si fueran verdad lo que las malas lenguas contaron en su momento sobre pisos municipales  que fueron vendidos en Madrid a fondos buitres

Pero ya se sabe que la gente siempre es muy mal hablada y pensada, especialmente si les quitan la vivienda y no les queda… ni para limpiarse el trasero. 

Por eso sigo sin comprender esa obsesión por algo tan superfluo como un papel que solo maquilla vergüenzas pero nunca otorga patente de corso para cualquier tropelía, y sino que se lo pregunten a los Aznar Botella.

*FOTO: DE LA RED