Aunque estoy acompañado de la familia en Torrevieja, hay momentos en que me apetece darme largos paseos en solitario, principalmente perdiendome por el puerto, donde el olor a salitre y el recuerdo de historias contadas al ritmo de habaneras, se hacen más evidentes.
Muchas veces me acompaño de una cámara de fotos para captar momentos que quizás en un futuro me pueden ayudar para verterlos luego en forma de cuadros al óleo. Hace dos días tuve la prueba evidente, una vez más, de que una cosa es lo que quieres captar con el objetivo, y otra el resultado.
Queriendo plasmar la sugerente imagen de un barco lejano tras una barandilla, la imagen, sin quererlo, se vé mejorada con la aparición de unos candados colocados por alguna pareja enamorada como símbolos de fidelidad y permanencia.
Es una bocanada de aire fresco la prueba de que aún la gente se enamora y se emborracha de sentimientos al arrullo del mar, sin tener presente las cifras que alguno de ellos pueda tener, si las tiene, en el banco. Parece que todavía sigue funcionando el contigo pan y cebolla, aunque ahora la frase actualizada pudiera ser contigo pizza y litrona
Sin embargo acto seguido al llegar a casa, me encuentro en la tesitura de realizar una propia prueba de fidelidad, de este vecino del mundo para con la Nuri, su sufrida: el tener que ver la cadena alegre. En ella se ha inventado un nuevo género televisivo, en el que los colaboradores son a la vez los protagonistas del cotilleo a través de un prisma bipolar, ya que suben y bajan en sus sensaciones a un ritmo frenético.
Parece además que últimamente les ha entrado un virus de separación cuyos síntomas solo se agudizan ante la cámara, y esperan a sincerarse en la versión de gala de su programa que suele ser los viernes, previo pago de un extra por actuar en ese momento como invitado al programa, aunque también sea colaborador.
A la vista de esas imágenes, mientras intentaba que no me doliera el estómago contagiado por el sentido visceral de la situación, mis pensamientos recordaban los candados descubiertos en el puerto, y su anacronismo con la sociedad actual donde prima el momento y el ahora, ya que es una buena manera de asegurarse el futuro, en el caso de que exista.
*FOTO: F. E. PEREZ RUIZ-POVEDA