Aunque pudiera decirse que son la antítesis el uno del
otro, el verano tiene algo en común con las navidades, y es que siempre se sale
de ambos pagando una especie de peaje o promesa de que a partir de ese momento
vas a mejorar, intentar al menos, algo
de lo que has hecho, o de lo que no has hecho, hasta ese momento.
Muchas veces, esa promesa tiene que ver con los kilos de
más que te ves en relación con los demás. Y es que este vecino está convencido
de que cada estación tiene sus personajes típicos, y aunque Fernando Fernán Gómez
tuvo la gran idea de que “las bicicletas son para el verano”, en realidad el
verano es para los cuerpos diez, Esos hombres y mujeres que el resto del año
deben de estar en un armario entre bolitas de alcanfor para que no se les pase
su punto, y que en las personas de mi generación (mediados o finales de los cincuenta) el estereotipo se fijó, por ejemplo, en la Bo Derek de "Diez, la mujer perfecta".
Hombres, que para hacer uno necesitas dos, como un armario
con las puertas abiertas. Y que nada más verlo, como mero instinto de
supervivencia, piensas, seguro que como mínimo, o tiene voz de pito o su inteligencia
no sobrepasa la de un cactus. Pero, tal vez la realidad nos abofetee al oírle con
una vez que nos recuerda al mejor Constantino Romero, y su inteligencia, como
mínimo, no desmerezca la nuestra, de la que presuntamente estamos tan
orgullosos.
Mujeres, cuyas curvas desafían la ley de la gravedad, y
que al mirarlas, o admirarlas, encuentras una buena excusa para seguir creyendo
en Dios, porque no hay otra manera de explicarse lo que ves, o mejor dicho, lo
que te imaginas.
Este vecino del mundo, tras tantos años de fijarse, con
mucho gusto por cierto, en esa materia ha podido llegar a una conclusión, en
este tipo de parejas cuando el explosivo o explosiva es solo uno de ellos,
normalmente a la hora de pasear, no van
a la par. El espléndido, o espléndida siempre va por delante.
En los casos de “ellas”, dando la impresión de que él
vigila quién se fija en ella, y es fichado en su cerebro para posteriormente
deliberar si pide responsabilidades al “mirón” o no.
Cuando él es el explosivo, o como antes hemos mencionado,
armario con las puertas abiertas, él va un paso por delante, como si por un
momento pareciera que se ha olvidado de la compañía, o tal vez tuviera prisa
por buscar la mirada de todo aquel con quien se cruza.
Y mientras, tú, el mirón, o mirona, en lo más profundo juras que es la última vez que te pones tibio de cervezas y de chuletitas de cordero.
Y es que, en realidad, si para dos días que vives, haces régimen, palmito vas a
lucir, pero un palmito cabreado, con lo simpático y dulce que eres normalmente…
*FOTO: DE LA RED
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