No todo el mundo se despierta oyendo, a través de la
ventana, toda una declaración de amor que, además, no es para él, es decir,
para mí. Con el agravante de que vivo a unos cuantos metros de altura, y es difícil
que alguien pueda mantener todos los días una conversación al lado mismo de la
ventana de mi dormitorio.
Llevo varios días con
un andamio colocado junto a la
fachada de la casa, y los ruidos son incesantes. Aunque lo de esta mañana, la
citada declaración de amor es algo diferente.
Intentando disimular,
inmediatamente he salido al balcón de la habitación de al lado, dando a
entender gestualmente que necesitaba algo del armario. “La pareja” la formaban
dos obreros con casco y arnés, al parecer un español, con acento andaluz, y el
otro, sudamericano. No voy a comentar nada de lo que se han dicho porque en
realidad tengo la sensación de que he robado una situación que no era para mí,
pero entre cemento y plomada, y aprovechando que se encontraban aparentemente
solos, se han dicho todos sus sentimientos, que al parecer eran muchos y
acumulados.
Desde Hollywood siempre nos han acostumbrado a las
películas en las que chico busca chica, o al revés, pero sin embargo, y
muchos lo han ido entendiendo poco a poco, el amor tiene todo tipo de formatos.
Este vecino del mundo cada vez está más convencido de que
las cosas no pasan por pasar, que el destino no da, digamos, puntada sin hilo,
y quizás ese destino me haya despertado hoy para recordarme, que siempre es
conveniente expresar sin ningún género de dudas los sentimientos.
Esos “te quiero” que te cuestan más que
las angulas la víspera de San Sebastián. Hay que declarar lo que llevas dentro
todos los días, entre otras cosas, y quizás desde un punto egoísta, porque
nunca sabes cuándo va a ser el último. Y no conviene dejarse nada en el tintero,
porque eso del Juicio Final, al final va a ser un camelo, entre otras cosas,
porque seguro que si fuera así, los que tienen pasta y poder en este lado de la
realidad, guardarían también para el otro, y al citado juicio seguro que iban
rodeados de sus abogados, y el reparto de penas no iba de ser justo entre los poderosos
y los de siempre.
¡Es curioso! Acabo de demostrar, y sin proponérmelo, que
no hace falta ni teología ni filosofía para hablar del presunto más allá,
con un poco de lógica es suficiente.
Al final, eso del cielo va a ser el timo de la estampita
urdido entre el clero y los políticos, para que el resto de los mortales nos
portemos bien y no causamos ningún tipo de desmán.
Siempre se ha dicho eso tan manido de que el
fútbol es el opio del pueblo, pero al final va a ser la religión la que
nos hace “portarnos bien” para ganarnos una parcelita entre nubes de algodón.
¡Bueno! Termino este texto, y después voy a recordar a La Nuri, mi
sufrida, todo lo que le quiero, y que el edén debe de estar aquí y cada día,
porque el resto son leyendas y territorios inexplorados.
Por cierto…, a vosotros también os quiero, y mucho.
*FOTO: DE LA RED
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