De un tiempo a esta parte parece que se quiere etiquetar
todo, y por eso ahora muchos días están “esponsorizados”
por tal o cual estamento para dedicarlo a un asunto determinado…
Ahora resulta que hoy, y declarado por Las Naciones
Unidas desde el 2013, es el DÍA INTERNACIONAL DE LA FELICIDAD, así en mayúsculas.
Un amigo me diría con mucha sorna, que entonces es el
día de la utopía.
De todas maneras, me pregunto ¿Hay que ser feliz, el que
lo consiga, solo en su fuero interno, o que se note que eres feliz? Porque
llegados a este punto me acuerdo del torero, y padre de la ahora saga “Bosé”, Luis
Miguel Dominguín, que cuando se acostó con la mujer, se supone, más bella del
mundo, en aquel entonces, Ava Gardner,
él no fue feliz hasta que lo contó, que no tardó, por cierto, nada en hacerlo.
Por lo que deducimos que en el caso del torero, en ese momento al menos, para
ser felíz él debía, cuando menos, dar envidia a los demás.
Sinceramente, tal como está el mundo actualmente, el que
diga que es feliz creo que puede tener muchas dosis de egoísmo, no mirando más allá de su ombligo, y no quiero enlazar con el párrafo anterior, aunque quizás tenga mucho de ello también.
Con la cantidad de personas, y que muchas veces olvidamos
que lo son, rebajándolas a simples cifras, que tienen que huir de sus
lugares de origen por los conflictos que están sufriendo, no se puede decir que
el terreno esté abonado para ser feliz.
Si ponemos a la felicidad por bandera, hoy, y tristemente, diría que debería de estar a media asta como condena a perpetuidad.
Creo que no se puede, y quizás incluso por respeto a los
demás, pedir ser feliz, como diría un
pijo, “full time”, a jornada completa, porque además eso parecería un trabajo
(de profesión: feliz), o incluso una condena.
Hay momentos de felicidad, sin duda los hay, una mirada,
un buen paseo, especialmente con la persona a la que quieres, una velada...
Hoy por ejemplo, en el accidente de Fernando Alonso, si fuera una receta para hacer un cóctel, ha tenido doble y
mitad de extra-suerte etiqueta negra, y un cuarto de alivio, pero felicidad,
es otra cosa. Incluso, y en una opinión muy personal de este vecino del mundo,
requisito indispensable de la felicidad es que ocurra en pequeños periodos de
tiempo, más bien, en momentos.
Si hubiera alguien que fuera feliz las
veinticuatro horas del día, todos los días del año, correría el riesgo de
acostumbrarse, y ya no sería plenamente feliz, ya que si la felicidad fuera un
medicamento, en mi opinión, se debería de usar en pequeñas dosis, quizás para no acostumbrarse, y dejar de disfrutarla.
Ya para terminar diré que, personalmente, cada vez que oigo hablar de “felicidad”, y cómo conseguirla, me imagino vestido como
un explorador, con salacot incluido, y con un pico y una pala, para currarse su
búsqueda.
Quizás, lo más triste de estos momentos que estamos
viviendo, en una España cogida con alfileres, por todo lo que se han llevado
unos cuantos y lo que nos han quitado a la
mayoría, que no siempre es lo mismo, llamarse “feliz” puede ser cuando menos
una falta de tacto.
Este vecino del mundo es más partidario, en contra de la opinión de muchos, de que la felicidad no está en la acumulación de cosas, o incluso de dinero, sino que es un estado de ánimo. Por eso, una vez oí una
frase que me gustó mucho, y que aquí viene, como diría un cursi, pintiparada:
“Hoy no sabía qué ponerme… y me puse
contento.”
*FOTO: DE LA RED
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