Y la vida te vuelve a sorprender. Es como decir esa célebre afirmación, que sabes a ciencia cierta que nunca será, la de “Este cura no es mi padre”, y que al final sea.
Uno siempre tiene quizás una especie de deseo
inconfesable, y que sabe que es muy difícil de cumplir, pero nunca quiere
renunciar a ello. Y uno de mis deseos inconfesables ha sido por siempre Cuba.
Especialmente ese intentar perderme por La Habana Vieja, que no es lo mismo que
echarme a perder. Y es que llegó un momento al menos en mi pueblo (porque uno
es de pueblo, no sé si a mucha honra, o porque así le tocó en la lotería de la
vida, o por ambas cosas) que decir que uno iba a Cuba de vacaciones, la mayoría
de las veces iba acompañado de una sonrisa cómplice como de “ya me entiendes de
qué estoy hablando”.
Sin embargo mi atracción por Cuba siempre ha sido muy
extraña, como de ya haber estado allí en una vida anterior, una especie de déjà
vu pero con todo imposible de volver a ver.
Como uno siempre intenta explicarse todo, la única
explicación que este vecino del mundo se puede dar es que de muy pequeño se iba enterando por las “conversaciones
de mayores para mayores”, de aquel famoso lío de Bahía de Cochinos, y de un tal
Fidel Castro que no se llevaba nada bien con otro tal Kennedy, y que a este le
mataron, poco después, a mi entender de entonces, muy joven y con unos niños muy pequeños.
Uno parece que va olvidando el pasado pero se acuerda de
pequeños detalles.
Los niños de mi generación, mediados-finales de los cincuenta, cuando nos montábamos en el
clásico tiovivo, era para subir al Sputnik, por decirlo de alguna
manera, la versión rusa de los cohetes americanos. Los mayores estaban
enzarzados en aquella guerra fría (que nunca entendí por qué "fría", ya que en todo tipo de guerra, como decía mi madre, se calentaban la badana), los niños con los sputnik, y en los colegios
con la leche americana (leche en polvo). Una especie de cal y arena, una de americanos y otra del “telón de acero”.
Y en el fondo, está aquel recuerdo/información/noticias de los niño, especialmente, que tuvieron que abandonar su paraíso, su Cuba natal, la misma generación de luego famosos como Andy García, Gloria Estefan…
El caso es que ahora resulta que la persona en teoría más difícil de que entrara en Cuba, va y la visita, el mismo
Presidente americano, Mr. Obama, el representante actualizado de aquel Kennedy,
John Fitzgerald, con el que tuvieron sus dimes y diretes, y que como en un cuento, les hechizó para castigarlos en un perpetuo "que te quedes como estás".
A las ahora famosas blogueras conocidas como it-girls, al
parecer les invitan a muchas cosas, y como se decía antiguamente, son el
perejil de todas las salsas, o quizás actualizando el dicho son el chupito de
toda fiesta que se precie.
En cambio, a este vecino del mundo, el único que se ha
fijado en él, y mucho, es la crisis. Y, puestos a invitarme, nunca me han
invitado a nada, ni por supuesto a conocer La Habana. Así, recordando, a lo único que me han
invitado alguna vez, e incluso de muy malas maneras, es a que me calle. Desde
luego que no lo han conseguido, por supuesto.
Quizás, y para matar ese gusanillo, de vez en cuando me
pongo esa bella canción del Señor Alejandro Sanz, Labana, y repito como un eco detrás
del maestro eso de “Labana es la ciudad donde los sueños aprenden a nadar”.
Esperemos que aunque el vecino se quede con sus ganas
habaneras intactas, ellos, los cubanos, tengan mejor fortuna, aunque hayan
tenido que esperar más de cincuenta años…
*FOTO Y VIDEO: DE LA RED
No hay comentarios:
Publicar un comentario