Estos días, así, tan fríos
del grajo y del carajo, tan blancos como si fuera la nada, la hoja en blanco
sin escribir, nos puede hacer comprender, quizás, ese carácter tan helado, serio, de frases como escritas en mármol, de los nativos nórdicos. O mirándolo de
otra manera, qué hubiera sido de nosotros, de nuestras fiestas, de nuestras
ganas de cachondeo, de esa “penúltima” de nuestras juergas improvisadas, si
para las tres de muchas tardes, el paisaje que te rodeara fuera la noche más absoluta en la que se dejara adivinar el manto blanco de la nieve de cada día.
En un ambiente gélido no hay
sitio para la calidez de las relaciones, para pensamientos húmedos que se
congelan con la realidad, y sólo caben
argumentos y problemas a lo Ingmar Bergman, personas ajadas al estilo Max von
Sydow en ropa interior corriendo por la nieve, como en “El visitante nocturno”.
Ni esa gente presuntamente
guapa que nos sirve de ejemplo, de zanahoria para nuestro burro comportamiento,
y que hoy son diseñadores de joyas, y mañana se confiesan a escritores de manos negras, para firmar su autobiografía de vidas que ya todo el mundo conoce por haber
vivido, o sobrevivido más bien, de relaciones siempre aireadas a los cuatro
vientos, o mejor dicho a las cuatro revistas de papel couché.
¿Alguien se imagina a la
Esteban que vino del hielo, en lugar de que éste, el hielo, sólo forme parte de su bebida?
O a la Duquesita, ¿yendo a sus aposentos sin perder la virginidad de su zapato?
Porque no nos engañemos, los
pingüinos de Mary Poppins eran dibujos animados, y ella, siempre me pareció que
más que ordenar los armarios de los niños, era más de vivir en ellos…
A este vecino del mundo
nunca le ha extrañado que los habitantes de paisajes blancos sean más propensos
al suicidio, por tanta invitación a autoanalizarse, en lugares donde el azul
del horizonte no existe, y el blanco, oculta más que impide, el distinguir las distancias personales.
Por favor, que alguien le indique a este vecino del mundo, la salida del blanco perfecto, porque uno es más de colores calientes, especialmente de marrones que le caen un día sí y el otro también, y que le impiden autoanalizarse, porque para decirle cómo es ya tiene a la bruja del tercero.
*FOTO: DE LA RED
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