Visto lo visto, comenzamos noviembre
con mucho cuidado al salir al balcón para ver el tiempo que hace, no sea que
recibamos alguna pedrada negacionista, y
si vivimos al ras de la calle, con mucho cuidado también, de que alguien te intente
entrar pensando que es una tienda, y al
grito de “libertad, libertad” algún prenda enmascarado te intente levantar alguna
idem.
Ha sido un fin de semana, en
el que Halloween, al menos en mi casa y en mi caso, lo hemos dejado encerrado en
el armario por chico malo. Y es que además, entre una cosa y otra, y bien pensado,
llevamos todo un año de Halloween. Con intentos de trucos y tratos cada dos por
tres. Y si no que se lo pregunten, sin ir más lejos a Abascal y sus dimes y diretes
más que con Pedro Sánchez, con Pablo Casado y esa moción de censura más bien al
estilo “interruptus”.
Este año más que hacer el cambio
de armario de verano a invierno habrá que ir reuniendo todo lo que hemos
utilizado en nuestra reclusión forzada de marzo a mayo, ya que parece que viene
una reedición extendida y, aunque suene raro, mejorada.
Personalmente este vecino del
mundo se va a negar al show de los balcones porque ya solo nos queda para sorprender
hacer un estriptis; y como persona de riesgo, lo de quitarme la ropa, y si no
queda más remedio, lo dejaría para, en un último caso, y forzadamente, pase por
el hospital como paciente, luciendo esa especie de bata que deja el trasero y
las vergüenzas a la vista.
Desgraciadamente, de los meses
que se avecinan, lo más juicioso es sólo pedir ese “virgencita que me quede
como estoy”, que además es barato, e incluso diría que ecológico. Ya que normalmente, y tal como estamos, cualquier cambio siempre
suele ser a peor.
*FOTO: DE LA RED
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