Mostrando entradas con la etiqueta ancla. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ancla. Mostrar todas las entradas

lunes, 6 de febrero de 2017

CUANDO TE INVADE LA MELANCOLÍA...



Cuando te invade la melancolía, ese lienzo en blanco, como la muerte, que te aprisiona sin apenas dejarte respirar, con ese frío que te cala hasta el tuétano de tus recuerdos, cuando un simple olor es capaz de trasladarte al comienzo de tu primer viaje sentimental, quizás signifique que estás preparado para todo, y para nada. Para ese todo del comienzo de una vida. Para la nada, que sabes que es lo que vas a poder llevarte a ese viaje, de este viaje.

Porque del comienzo de un viaje, ya estás en el intercambio de trenes, no sabiendo si continúas en la misma dirección, o el destino te va a cambiar de destino, con buen o con mal tino.

Cuando te invade la melancolía, no tienes por qué sentir miedo, porque si de algo puedes estar seguro, es de estar todavía vivo, con fotos que estaban en tus recuerdos, y ahora has comprobado que están, estaban, amarillas. 

Con aquella rosa que un día quedó aprisionada entre palabras de amor de un Bécquer que llegó a tu vida al mismo tiempo que aquellos granos tan impropios para tí, y esclarecedores para todos. Cuando aquella joven, era la joven que guiaba tus sueños primero, y luego tu decepción… y la culpa de todas las culpas.


Se ha apropiado de ti la melancolía, y con ella la sensación de que un día, en ese intercambio de vías que forman el tren de tu vida, perdiste tu Norte, y tu Sur. Desorientaste tus sentimientos dirigidos, ahora, a gente equivocada, aunque para ellos, a la postre, el equivocado siempre has sido tú.

Cuando te invade la melancolía, quizás es el momento de descubrir el ancla que te impide proseguir, aunque muchas veces, la mayoría, no sea de hierro, sino de miedo, ese material intangible, pero siempre tan pesado...

*FOTO: DE LA RED

viernes, 16 de mayo de 2014

EL HUMOR, INCLUSO EN DONOSTI, NO TIENE PRECIO

A este vecino siempre le ha gustado el humor absurdo, para algunos, y lo mismo que a la hora de diferenciar una tortilla, distingues entre la española y la francesa, a ese tipo de humor le llaman humor inglés. Un ejemplo sería ese chiste en el que una persona va por el desierto cargada con un pesado ancla, y se cruza con otro, que muy perspicaz le pregunta: -¿Por qué va caminando cargado con eso tan pesado?- El otro con cara de dárselas de inteligente, le dice con cierto tono de superioridad: -Pues muy sencillo, porque así si me va a atacar un león, suelto el ancla y me voy mucho más rápido.-
Y la verdad es que muchas veces, sobre todo cuando estoy fuera de Donosti me acuerdo de este chiste.
Sé que hasta ahora no habéis entendido nada, pero, y lo bien que se lo está pasando este vecino, no tiene precio.
Y es que todos estamos muy orgullosos de nuestro querido Donosti, e incluso cuando estamos fuera, al acordarnos del marco incomparable, se nos puede escapar alguna lágrima. Pero todo empieza a cambiar cuando tras varios días de estancia en ese otro sitio, nada nos resulta más caro, sino al contrario.
Eso comentaba el otro día con un amigo, y él no me creía.
Hace pocas semanas este vecino del mundo a vuelto a ir a Madrid, y ni allí, la capital del reino,  le van a asustar a un donostiarra en cuestión de precios. ¡Ojo! Siempre teniendo en cuenta que uno no alterna en lugares de alto standing, ni en Donosti ni en ningún sitio. Por eso cuando uno sale de su “txoko”, la tristeza de alejarse del aire donostiarra es enjuagada por el hecho de que en la mayoría de las transacciones que hagas en tu vida diaria, siempre te salen más baratas, aunque coincidas en lugares veraniegos en pleno agosto. 
¡Ah! Habrá gente que mencionará, quizás, la excelencia de los “pintxos” de la Parte Vieja, y es probable que en el sitio que estés ahora no tengan los “pinchos”, o tapas, el pedigrí de ellas, pero seguro que serán más baratas, vaya lo uno por lo otro, e incluso al pedir un vino o una cerveza te sirvan con un tentempié a cuenta de la casa. Porque en Donosti, y no hablemos de ese experimento llamado “pintxo-pote”, al menos la experiencia de este vecino es que a lo único que te pueden invitar en cualquier establecimiento es a que te vayas.
De ahí lo de la travesía del desierto del chiste del comienzo, o del famoso refrán de que las penas con pan son menos. Sé que hoy no he sido políticamente correcto, pero las cosas son así. Una ciudad donde más de uno saca pecho porque tenemos la calle, como comentado el otro día (http://patxipe.blogspot.com.es/2014/04/un-trocito-de-shangri-la.html), más cara de España, y no se paran a pensar en el refrán que habla de las barbas del vecino, así nos va. Pero aunque no haya ningún estudio al respecto, y para compensar, seguro que tenemos también los pobres que comen las sobras más caras de España.
Me voy al médico a que me dé algo para bajar la tensión.

FOTO: DE LA RED