No, hoy no voy a hablar de algo tan sencillo y español
como la tortilla, porque no voy a hablar de “hacer
una tortilla”, sino de “dar la vuelta a la tortilla”, que es otro concepto.
Y es que en pocas semanas hemos pasado de ser el Orgullo
de Occidente, en lo que a protocolos sobre el ébola y a la repatriación de
afectados se refiere, a ser la comidilla del mundo mundial, y a pisotearnos
nosotros mismos la famosa marca España.
Para ahora, y lo digo para aquellos de mis lectores de
ultramar, ya todo el mundo sabe que ha aparecido el primer caso de contagio de
Ébola en España y en Europa, una auxiliar que atendió al misionero fallecido
García Viejo, en el hospital Carlos III de Madrid.
Ayer la ministra de Sanidad, Ana Mato, compareció ante
los medios de comunicación en una rueda de prensa después de confirmarse el
citado caso. Mato explicó que "se ha puesto en marcha el protocolo de
actuación" y que se está "trabajando para identificar la fuente de
contacto". Asimismo hizo hincapié en que "se van a poner los medios
necesarios para afrontar esta situación".
Lo que ocurre con la Señora Ana Mato es que nunca da
seguridad de nada, porque, al menos delante del público, cámaras,o lo que sea que se le
ponga enfrente, no demuestra capacidad de liderazgo, sino de que “pasaba por
allí y me he encontrado con el problema”.
Una persona, la citada Señora Mato, salpicada en el caso
Gürtel, y que, en su momento, no sabe dar explicaciones de que de dónde ha salido
el dinero que pagó cuatro fiestas (tres de cumpleaños y una comunión) de
ensueño y, como se diría en mi pueblo, a tutiplén, y se ampara bajo la figura
de su exmarido, la verdad, no es en principio la más idónea para manejar una
situación tan urgente.
De todas maneras, lo mismo que antes hablaba de algo tan
español como la “tortilla”, también hay que hablar aquí de otro rasgo tan
característico en nuestra idiosincrasia, como la “improvisación”.
De pronto, cuando van a repatriar al primer caso de ébola,
hacen ver, el gobierno y las autoridades implicadas, como que entendemos de
todo, y sin embargo, todavía no se había decido a qué hospital llevarlo.
Era una buena
manera de hacer publicidad de lo nuestro y de nuestro standing “de salud
pública”, por otra parte tan castigado en esta legislatura.
Se hablaba de protocolo de seguridad, cuando “seguridad”
no hay ni una contra el ébola, y es protocolo
de prevención o de actuación. En Estados Unidos el citado protocolo es
un “mamotreto” de más de cien páginas, mientras que en España a las personas
que iban a estar en contacto con el paciente se les da una especie de cursillo
de cuarenta y cinco minutos.
Uno no es un técnico en la materia, ni lo pretende, sino
un mero observador, pero a simple vista se ven unas cuantas cosas chocantes.
Por ejemplo, no es normal que la auxiliar, ahora infectada, al día siguiente de
morir el paciente se fuera de vacaciones, cuando en el mismo protocolo se dice
que las personas en contacto deben de estar una serie de días, unos veinte, tomándose la temperatura dos veces al día y siendo observadas.
Tampoco es de recibo que ella misma, cuando declara
síntomas de dolores de cabeza, primer signo de la posible enfermedad, se tarde
seis días en tomar una acción, ya que el pasado día 30, ella misma había
alertado al servicio de riesgos laborales del hospital de que tenía fiebre, y
es ella, otra vez, la que decide ir al hospital de Alcorcón (suroeste de
Madrid) cuando sintió fiebre. Ahora hay treinta personas que se encuentran bajo vigilancia,
las implicadas en el caso del segundo paciente repatriado con ébola.
También se ha sabido, porque al final todo se sabe, que con respecto al traje, ese que nos parece de astronautas, que se utiliza en estos casos, debe
de haber cuatro tipos diferentes, siendo el cuarto el más seguro, y el que
aquí se utilizó es el segundo, obviamente de menor seguridad.
Ahora nos están intentando inculcar por todos los medios, de
que está todo controlado y se está intentando dar sensación de seguridad.
Sin embargo a este vecino, sus allegados siempre le han
tachado de malpensado, y qué queréis que os diga...Todo ésto me recuerda a la
película “Tiburón”, de un todavía desconocido Steven Spielberg, en el que todo el
interés del alcalde del pueblo, Amity Island, es que no se sepa de la
existencia del tiburón blanco, porque peligraba el turismo del pueblo y
principal sustento de su economía. ¿Parecido? Sí, ¿Pura coincidencia? No.
*FOTO: DE LA RED