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domingo, 22 de octubre de 2017

LA VIDA EN GERUNDIO


Hoy, 22 de Octubre, un gran amigo, y por aquello de la vida vivida (practicada siempre en gerundio, desde luego), cómplice en aprender a sobrevivir, ha recibido el título de, por decirlo de una manera diferente, "sexagenario". Que puede no ser nada, pero lo es todo.

Y claro, funciona, como en todo, el efecto dominó. En el que unas personas se intercalan con otras, formando parte de tu vida, y tú de la de ellos.

Quizás la vida es como el mar y nosotros, que desde muy pequeños aprendemos a flotar, como boyas, muchas veces titubeantes, nos vamos dirigiendo, pese a estar sujeto a tus raíces, a tus creencias, más que a donde queremos, a donde podemos. Dirigidos por el esfuerzo, la suerte,  los miedos y complejos, que entre todos son mareas muy fuertes que hay que tener muy en cuenta.

Los años, añadido a lo dificultoso de seguir flotando, al final siempre te van dejando, otra vez tus raíces, tus creencias, en lugares más cercanos, no es una ley que siempre se cumpla, a los paisajes de tu infancia.

Hoy, Jose, sin acento, como a él le gusta que le llamemos, ha cumplido sesenta años, y a sus allegados, queramos o no, nos da por hacer una especie de viaje al pasado y recordar años en los que nos conocimos, en mi caso, mediados de los sesenta. Y aunque ahora se diría eso tan manido de una época en blanco y negro; la vida, nuestra vida, sí tenía color, y mucho. El color recién impreso, de primer y único uso.

Descubriendo la vida a cada paso, eso sí, sin dar a entenderlo. Con el gesto de que ya lo sabías, de que a ti no te tienen por qué prevenir, y mucho menos aconsejar, porque lo sabes todo. Con el falso sentimiento de que mientras los demás van, tú, vas y vuelves cada día.

Hoy, en realidad, no es un día de echar de menos, porque los amigos ya ausentes, en realidad nunca lo están mientras vivamos nosotros, sino de darnos un abrazo, aunque en nuestro caso sea en una distancia forzada por eso que se suele clasificar como “imponderables”, y con una llamada telefónica  ahora, y la cita para un ágape cuando se pueda, se recargan las baterías.

Los "amigos, amigos", siempre son buenos. Y la bondad, nunca hay que alejarla de nosotros.

Jose, muchas felicidades, y más gracias por tenerme entre tus amigos. Porque, quizás, después de todo, la vida no nos ha ido tan mal, ni tenemos nada, eso es lo importante, de qué avergonzarnos.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 5 de octubre de 2013

LA JUVENTUD COMO CONDENA (...A ESTAS ALTURAS DE LA PELÍCULA)

Antes de nada este vecino quiere recordar que 15 años y un día, es la película elegida por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España para representar a nuestro cine en la carrera a los Oscar  de este año.
En realidad la historia compete a tres diferentes generaciones aunque la chispa la genera el miembro más joven de una “improbable” familia ubicada  en las cercanías de San Sebastián, en recuerdo, quizás, al origen de los progenitores, tanto de la directora, y coguionista, y del otro autor del guion, Antonio Mercero, hijo. 
El mismo título de la película hace un guiño a la edad del protagonista, entendida su juventud como una condena a los que le rodean.
Ya con el primer plano, una inspirada Gracia Querejeta, nos indica claramente que toda la película va a girar, como gira la cámara, en torno al personaje de Jon, el hijo. Otro logro de Gracia es que la historia fluye de manera natural sin apariencia de drama, aunque lo sea, sin apariencia de comedia, aunque lo sea. Es una historia agridulce, como la vida misma, pero con mucha luz, incluso la mayoría de los fundidos entre escena y escena no son a negro.
En una muestra de lo estresante que puede ser un adosado cuando te llevas mal con el vecino, y cuando en la familia se habla de todo menos de lo que verdaderamente importa, Jon se convierte en un rebelde con causa,  motivo por el cual, conoceremos más tarde otra tierra, otro ambiente, donde reside el abuelo,  y a quien se acude  como antídoto para, apelando a su seriedad y presunta ecuanimidad, intentar imponer un poco de orden en el caos, mediante una colección de “noes” a los que el miembro más joven de la familia no está acostumbrado.
Hay personajes, como el de la madre, que confiesan abiertamente que son incapaces de reconocer los sentimientos, y necesitan que se los digan. Por eso mismo, quizás, se construyen otros hechos diferentes a los reales para así salvaguardar su verdadera actuación. Lo importante no es lo que realmente ocurrió, sino cómo se cuenta. Otras  personas son utilizadas como excusas para seguir viviendo.
La figura del abuelo encarna la búsqueda de la verdad, entendida ésta como una cuestión de honor, por encima de todo, incluso de su conveniencia, desviación profesional de su antigua pertenencia al ejército.
Los adultos son personajes de una sola cara, son como son, y ni quieren ni pueden cambiar, aunque quizás al final con ese plano de unos pies corriendo por la arena, hay un camino a la esperanza.
Por el lado de las interpretaciones, encontramos a una Maribel Verdú, encarnando a la madre sufridora del protagonista.  Es una interpretación muy ajustada y sobria, y con una gran escena de lucimiento personal mientras habla a su hijo postrado en la cama de un hospital.
Tito Valverde encarna a Max, el abuelo, un personaje duro en apariencia pero que, como dice otro de los personajes, habla más con los ojos que con la boca.
El joven Aron Piper, es Jon, y presunto culpable de las desdichas familiares. Una interpretación llena de frescura y espontaneidad, y que capta las simpatías del público desde el primer fotograma.
Bajo la apariencia de una narración suave y  con momentos de aventura juvenil, se esconden diversas cargas de profundidad que darían para muchos coloquios: secretos de familia, inmigración, incomprensión… Un buen guion y película, que aunque salgas del cine con un buen regusto, tu mente querrá analizarla en los días posteriores, y ese, precisamente, es un buen síntoma y logro.
Película totalmente recomendable, aunque apuesta muy arriesgada a nivel internacional por parte de los miembros de la ya citada academia.

*FOTO: DE LA RED