Se suele decir que en el pecado está la penitencia, y es una gran verdad, al menos para este vecino del mundo.
De todas maneras, como todo el mundo cuenta la feria como le va, España siempre ha sido muy particular, y en muchos casos a contracorriente.
De la España subdesarrollada de los años sesenta salieron personajes como los encarnados por Paco Martinez Soria, que vistos en su momento atraían a muchísima gente a las pantallas del cine, se supone que comulgando con su manera de ser, pero que vistos ahora, bien sea en Cine de barrio, o en cualquier otro pase televisivo, de machista y racista no le libra nadie.
Pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, porque en el cine americano, es y será siempre un mito John Ford que también tenía lo suyo.
Nadie retrató los paisajes del oeste americano como él. Esas imágenes en las que se ven primeros planos del umbral de una puerta y al fondo el cielo azul, de Eastmancolor concretamente, y un suelo rojizo que te da sed al instante, como a sus personajes, que están todo el tiempo “empinando el codo”, tampoco pasarían ahora el examen de lo políticamente correcto.
Su personaje fetiche la mayoría de las veces interpretado por John Wayne, como mínimo sería tachado de machista en grado extremo, y en alguna película, como la entrañable “Taberna del irlandés”, podría ser tildado de asaltacunas, porque su pareja en esa película, por diferencia de años, podría ser su hija, e incluso le da, como se diría en los doblajes sudamericanos de la época, unos azotes, que vistos desde nuestra realidad, y al margen de los sentimientos del protagonista, podrían ser encasillados como mínimo polémicos sino violentos.
La historia en general no aguanta una segunda lectura, si no se tiene en cuenta la manera de ser de la sociedad de entonces.
Nada se puede extrapolar y juzgarlo con los ojos de ahora porque no se entenderían, por ejemplo, los personajes interpretados por el gran Alfredo Landa.
Ahora sus personajes serían etiquetados como “frikis”, cuando en realidad rezumaban ingenuidad y simpatía para un público de la época, que se sentía reconocido en ese intento de vivir la vida con alegría, mientras la cuenta corriente estaba triste y fría.
A diferentes niveles pero poco a poco estamos llegando a una situación en la que solo nos van a quedar los sueños, el humor, y el talento, y eso pese a todos los gobiernos europeos, o por ellos precisamente.
*FOTO: DE LA RED