Siempre he pensado, aunque pueda sonar a cursi, que la vida es la mejor de las novelas, y además debe ser el primer sistema interactivo que existe, antes de que vinieran el Sr. Bill Gates y compañía, porque las reglas, aunque sea parte de ellas, las pones tú, intentando saber hacia donde quieres ir.
Desde hace muchos años tengo la misma vecina, la conocí todavía jovencita, este vecino del mundo, aunque algunos lo duden, también lo era.
Aunque la casa, en el barrio de Amara, es de construcción antigua, depende del comportamiento de cada uno de los vecinos dentro de su casa, puedes saber más o menos de ellos, y tristemente desde mi casa conocíamos muchas cosas de ellos, relatadas a altas horas de la madrugada especialmente, por la citada vecina en nocturnos ataques de nervios.
Antes de nada he de afirmar que no estoy hablando de violencia de género, sino de disputas familiares aunque la portavoz era siempre la misma.
La noche se llenaba de reproches, la mayoría de ellos ininteligibles, pero siempre comenzaban por el estribillo: - Ya vienes otra vez borracho.
Con el devenir del tiempo, y por motivos que no vienen al caso, aunque este vecino también tiene su historia, tuve que cambiarme de casa, e incluso de pueblo, durante unos doce años. Sin embargo, muchas veces todo es cuestión de ciclos, y el mío terminó volviendo a la misma casa.
Muchos vecinos habían cambiado. Sobre todo notaba que ahora había mucha población inmigrante. Otros vecinos en cambio, eran los mismos, y entre ellos estaba mi vecina del piso de arriba.
Con el tiempo noté que se había divorciado, o al menos separado, y vivía con su hijo, y otra pareja.
Con respecto al padre del chaval, personalmente no tengo ninguna queja porque su actitud con respecto al vecindario siempre fue irreprochable. Sigue apareciendo acompañando a su hijo.
A uno, a este vecino quiero decir, muchas veces le da por fabular, quizás por su gusto por el cine, y a los relatos cortos, y más de una vez se ha preguntado cómo pudo terminar la antigua historia amorosa de la vecina, y cómo comenzó la siguiente.
Eso no lo sabré nunca, en realidad tampoco me quita el sueño, y nunca mejor dicho, porque antes me lo quitaba con las broncas nocturnas. Sin embargo, he constatado con mis propios ojos un nuevo dato que debe ser añadido a esta historia, y que me ha hecho esbozar una sonrisa.
Esta mañana he descubierto la profesión de la nueva pareja de mi vecina “favorita”. Es el repartidor de bebidas alcohólicas de los bares de la zona.
Lo primero que he pensado, y no como reproche, sino como constatación de unos hechos es que se ha pasado al enemigo, y en aquella frase de: Si no puedes con el enemigo, únete a él.
*FOTO: DE LA RED
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