Desde hace varios días se puede ver el último anuncio de Pepsi en el que varios jugadores como Messi, Drogba, Torres y Agüero juegan a fútbol encima de una gran multitud de gente. Son imágenes muy logradas que según como se consideren pueden ser un cierto homenaje a la figura del aficionado, que sirve como base y piedra fundamental de ese deporte que es el fútbol, o para aquel que quiere ver polémica en todo, puede sentir que el aficionado es maltratado, pisado e incluso humillado.
Sin embargo, en nuestros lares, la polémica es otra, y es que siempre vemos las cosas desde nuestro label de calidad.
En el primer fotograma de este anuncio, y hay que dar un premio al avispado que se ha dado cuenta, se ve la playa de la Zurriola vista desde Ulia, y ese mismo avispado ha deducido que no se ve el Kursaal, y claro, teniendo en cuenta lo que costó, con referencia a lo crematístico como a lo polémico en su momento, estamos como para que se nos “borre” algún edificio.
Este vecino del mundo es de la opinión de que lo importante es que hablen de uno aunque sea bien o mal, da lo mismo, pero que se hable.
Si en el anuncio de esta bebida aparece, aunque sea una décima de segundo, algo nuestro, mejor que mejor porque toda publicidad es poca en estos momentos de vacas famélicas, y es dinero que te puedes ahorrar de campañas publicitarias, y si han borrado el citado edificio será para no centrar la atención del espectador en otro sitio que no sea la bebida.
Sin embargo, como dijo Woody Allen en una ocasión: La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema. En esta ocasión se puede sustituir la palabra “político” por “donostiarra”, y ya tenemos la definición exacta. Y es que aquí, aunque no estemos en la Mancha, siempre estamos luchando contra ruedas de molino, e incluso un simple anuncio, por mucho dinero que haya costado, que se supone que es para promocionar algo, se puede convertir en un gigante de dos cabezas, y las dos nos quieren atacar.
A mi personalmente no me importaría que al abrir mi ventana todos los días pudiera saborear una panorámica como la de la Zurriola. Y, precisamente, no me iba a amargar la duda de si se ve o no en ese momento el Kursaal, porque la niebla, aunque sea cinematográfica, viene y va, y lo nuestro permanece.
*FOTO: DE LA RED
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