Hace
unas dos noches este vecino del mundo estaba haciendo zapping ,
cuando de pronto en la cadena
alegre se topó con un reality, que acaba de
comenzar en su décimo cuarta edición, y que visto lo visto al final
siempre gana el que por uno u otro motivo a la cadena en cuestión le
interesa en ese momento.
En
el instante en el que el vecino había conectado, un habitante de la
casa tenía que decidir entre dos chicas que querían quedarse como
concursante, y él eligió a una de ellas. Minutos después, y ya en
el mismo estudio donde se encuentra la presentadora, la que se había
quedado en aspirante a concursante, se quejó de que lo que más le
había dolido era que la otra chica le había dicho al concursante
que tenía que decidir, que ella era española y la otra no. En ese
momento, y visto que la chica no elegida estaba con lágrimas en los
ojos se produjo un aplauso unánime de simpatía con la aspirante a
concursante, que aunque llevaba muchos años en España, y hablaba
con acento andaluz, era de un país del este de Europa.
Tras
plantear ésto, estamos con el problema de siempre, lo que es
políticamente correcto, o lo que al cabo de los años y de ver cómo
está el percal, te pide el cuerpo.
Si
la escena descrita hubiera ocurrido en la pérfida Albión,
no hubiera habido ningún planteamiento moral. Al grito de “we are
british” hubiera quedado el asunto zanjado.
Si
el asunto ocurre en Donosti, se nombrarían dos comisiones, una a
favor de la joven llorosa, y otra en contra, y los concursantes,
aislados en la casa, morirían de viejos, mientras se seguía
pensando en el tema. Y tras décadas y décadas, se decidiría que
como ya no había dinero para continuar con el concurso, se suspendía
éste hasta mejor ocasión, osea hasta nunca.
Hace
ya muchos siglos, que un tal Cervantes definió a los habitantes de
su país como quijotes, y seguimos siéndolo porque no nos dejamos
guiar por las entrañas sino por el qué dirán.
En
la pérfida Albión siguen teniendo su moneda, se conduce al
contrario que los demás, y se continúa con la caza del zorro. Y no
se fijan en pequeños detalles
de cómo les miran los demás habitantes de Europa, porque entre
otras cosas tienen la habilidad suficiente para seguir cortando gran
parte del bacalao político, aunque alguna niña que otra en
cualquier momento llore por incomprensión.
*FOTO: DE LA RED