La
verdad es que al volver a casa me había dejado la mitad de la compra
sin hacer, pero el dialogo entre las dos mujeres realmente había
merecido la pena, por lo
glorioso,
como tiene que ser en todo lo relacionado con la Iglesia. Cualquier
encargado de un periódico no hubiera dudado en trascribir la citada
conversación pues en sí es todo un editorial.
El
pueblo es sabio y desde hace mucho tiempo la Iglesia huele a poder
puro y duro, y a una gran escalera de diferentes mandos. No hay que
olvidar que la sede de la Iglesia en sí, es un estado con su propia
guardia. Dos seres repletos de sana inocencia, intuyen más una
cercanía al ejercito, o a los esquemas militares, que a la religión.
Desde
el punto de vista de este vecino del mundo, con la renuncia de
Benedicto XVI se evitará las duras imágenes que se produjeron en los últimos días de Juan Pablo II, tan querido por el pueblo, y al
que tuvieron que ver apagarse en medio de dolorosas escenas,
precisamente en un medio que se debería de distinguir sobre todo por
la compasión, pero que en realidad es un claro ejemplo de sus mismas
contradicciones en un mundo que va mucho más rápido que la Iglesia
en cambiar sus ideas.
Siempre
se ha dicho que las altas esferas han ido invirtiendo
en lo último en tecnología y en todos aquellos negocios que se
llevan en ese momento, sin embargo la razón de la creación de la
primera Iglesia, parece un tanto olvidada, no por todos aquellos que
tienen que lidiar con los problemas del día a día en una iglesia de
aldea, ni en una misión perdida en África, sino por aquellos que ya
no oyen el grito de sus fieles al cerrar la puerta de su despacho
color caoba.
Bien
estaría que en el próximo cónclave se optara por una renovación
de ideas, pero teniendo en cuenta la edad de la mayoría de los
convocados, desgraciadamente se decantarán por más de lo mismo, aunque siempre existen los milagros.
*IMAGEN: DE LA RED