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miércoles, 21 de mayo de 2025

DANDOLE LA VUELTA A LA TORTILLA...

 


Con esto de las redes sociales, todos en cualquier momento nos liamos la sotana a la cabeza y nos subimos a nuestro púlpito particular para demostrar lo listos que somos y, que lo sentimos por los demás, pero, por lo que sea, nosotros somos los más juiciosos y siempre tenemos la razón, amén de la necesidad de guiar a la manada aunque ellos no quieran.

El eco que produce ese púlpito mediático, al parecer de este vecino del mundo, tiene mucho de "colocón" y de droga que hace que percibas ese minuto de gloria como lo mejor que te pueda pasar, a parte de ser el puto amo y que no te puedas besar tu propio trasero por cuestión de milímetros...

No sé vosotros, pero este vecino del mundo, es ponerse delante de cualquier programa informativo de cualquier cadena, y tiene la sensación de que se encoge al menos hasta entrar en ese pupitre de nuestra infancia. Más de una vez La Nuri, mi Nuri, me tiene que recordar cerrar la boca, Seguro que piensa que estoy al borde de la chochez más crepuscular…

Lo que ocurre es que no dejo de alucinar con la capacidad que tiene el personal de darle la vuelta a la tortilla (aunque no estemos en un programa culinario) hasta que caiga de la forma que ellos quieren que caiga. Y si no que se lo pregunten a esos dos chefs a nivel mundial que son Putin y Trump, expertos en conquistar cualquier plato, y mediante sus salsas hacer que no los reconozca ni la madre que los parió.

Sigo preguntándome quién es el que quiere ser inmortal si esto ya es insoportable. Está claro que tiene que tener mucho dinero y que es plenamente consciente de que no se lo puede llevar allí donde la luz vuelve a brillar al otro lado del túnel.

Aunque tampoco le extrañaría a este vecino del mundo que esa luz provenga de alguna nueva Riviera que ya ha construido allí  el Señor Trump, o algún otro desaguisado cometido por Vladimir.

Por lo demás, todo bien, gracias…

*FOTO: DE LA RED

jueves, 17 de mayo de 2018

UN POST HÚMEDO




Todos hablando del casoplón de Pablo e Irene, o del Señor Iglesias y la Señora Montero para los más despistados, y mientras la casa de todos hecha unos zorros.

Los que conocen las tendencias de este vecino del mundo, y que nunca se ha encargado de tunear o disimular, estarían esperando este post húmedo, porque es de los que mojan hasta calar los huesos, o en otras palabras, provocan hacerse un selfie de ideas y alma.

El problema no es que Iglesias y Montero, rojos hasta decir basta, han hecho lo que criticaban a otros de derechas del centro; sino que éstos, esos que no sabían ni qué coches tenían en su garaje, y mucho menos su procedencia, nunca han presentado sus cuentas claras porque siempre han mirado a los demás desde arriba (con auto-videos caseros con “que no me voy, que no me voy a ir”). En cambio, Pablo e Irene, sabedores de la que se iba a montar, ya han explicado de antemano lo de la hipoteca a treinta años, y  enseñarán sus huchas cualquier día de estos.

Desde el punto de vista de este vecino, la verdad es que es bastante arriesgado, entre otras cosas confiar que una relación dure más de treinta años, y que sigas siendo diputado. Pero, bien pensado, en el caso de que las cosas fueran mal para ellos, para la pareja, siempre habrá alguno de derechas de los de toda la vida, por ejemplo, al que le ponga cachondo comprar el ex-nidito de amor de unos bolivarianos (venidos a más o a menos, según puntos de vista) , porque seguro que además encontrarán habitaciones llenas de pizarras con esquemas e ideas para conquistar el mundo.

Sin embargo, y hablo desde los años, pasados los sesenta, que uno ya tiene, nadie habla de lo juiciosa que ha sido la elección del chalecito para unos, del casoplón para otros.

Y es que la casa en cuestión, y nadie parece haber reparado en ese pequeño detalle, SOLO tiene planta baja. Ignoro, y creo que nunca lo sabré ya que es difícil que me lleguen a invitar (porque luego, además, les tendría que invitar yo, y no es plan, porque en mis sesenta metros de hábitat no puedo meter una piscina), si tiene algún peldaño dentro, pero con los años te das cuenta de que a las escaleras las carga el diablo.  Y si al principio parece molar una casa con escalinatas al estilo “Lo que el viento se llevó”, con el tiempo te das cuenta de que una “Escarlata Ojara” entrada en años y con artrosis hubiera dimitido de ser una heroína y se hubiera mudado incluso a un hotel de dos estrellas, pero con ascensor.

Por si la experiencia no nos lo hubiera dejado claro, y ya para terminar,  todos vemos lo que queremos ver, y los años acumulados todavía nos lo irán recalcando más.

*FOTO: DE LA RED