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martes, 8 de agosto de 2017

NOCHE DE LUNA LLENA Y METÁFORAS


Esta noche pasada, que nos traía al 8 de Agosto, muchos han salido a la búsqueda del eclipse perdido; sin embargo, este vecino del mundo (a eso se le llama experiencia) simplemente pretendía pasar una noche bajo el influjo directo de la luna, y relajarse con un buen y largo paseo.
Si de algo ha servido el devenir de estos años es aprender que no hay que esperar mucho ... de nadie, o de todos, incluyendo al destino.

Por poner un pero a una noche esplendida, podía haber sido menos calórica. Por cierto, este vecino del mundo, lleva mucho tiempo hasta el gorro de las sensaciones térmicas. Esta misma noche eran 28 grados, sensación térmica unos 32. ¡Vamos! Una auténtica metáfora de lo que pasa con mi vida, y me imagino que con la de muchos. Tu economía más que rodearte, te presiona hasta casi no poder respirar, y el gobierno publicita que no hemos estado en otra desde el 2008. No es mentir, o sí, pero es como decir que tus zapatos ya no te molestan… porque hace tiempo que se te rompieron.

Será el influjo de la luna, pero el paseo me ha dado para muchas reflexiones, quizás demasiadas…

Siempre he pensado (ya es mucho afirmar en sí) que esa famosa marcha lenta/rápida del Señor Rajoy, que siempre se promociona en momentos de elecciones o vacaciones, es una auténtica metáfora, otra, de la situación actual de nuestro cortijo llamado España. Una autentica huida hacia adelante sin querer ver, desde su burbuja, para ver a mucho españolito luchando en el día a día.

Ahora resulta que el Señor Rajoy está sufriendo de lumbalgia, y La Nuri, mi sufrida, me recuerda que por fin tiene algo en común con él, aunque ella siempre lo define como un dolor que le empieza en el glúteo, y se le extiende por la pierna. Y es que los hombres de poder, tienen hasta pedigrí en sus dolencias.

Ésto, la lumbalgia, le podía haber servido, a Don Mariano, para ponerse al día en las necesidades de la Sanidad española, pero mucho me temo  que él habrá entrado por la puerta grande, o mejor dicho, gentilmente los mejores galenos habrán ido a donde hiciera falta.

Mientras en mi camino nocturno llegaba al ansiado faro, e intentaba captar algunas imágenes que hicieran honor al momento, mi diálogo conmigo mismo me hacía ver, que quizás esa lumbalgia era en realidad Cataluña, que se le estaba rebelando, y que no se arregla con esos paseos lento-rápidos, y ese “dejar pasar” a las que Don Mariano Rajoy es tan aficionado.


Lo bueno que tiene una buena noche de luna llena es que te incita a las sensaciones, y no a las realidades; a la introspección, y no a verificar lo que tenemos, o lo que es mucho peor, no tenemos… 

*FOTO: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA

sábado, 9 de agosto de 2014

NOCHES DE MAGIA Y MAR

En estos días torrevejenses este vecino del mundo intenta evadirse de la actualidad diaria, lo mínimo para no alejarse de la realidad y sin excederse para que no aumente su ritmo cardiaco.
Ayer por la noche paseando en soledad, o más concretamente, hablando consigo mismo, este vecino, mientras se dirigía al faro del puerto, por una construcción de madera y hierro, iba pensando en la cantidad de amigos y familiares que tiene,  nacidos en Agosto, muchos de ellos Leo practicantes, y muy practicantes.
Mirando las estrellas y la casi perfecta luna llena, a este vecino seguro que se le insinuaba una sonrisa en la cara, mientras pensaba que el invierno siempre es muy duro y conviene estrechar lazos, por aquello del calor humano.
Los destellos de la luz, jugando con un mar en calma tan solo roto por algún atisbo de contados barcos pesqueros, le llevó al vecino a esos inviernos donostiarras de grises azulados costeros, enmarcados por un frío de abrigo con cuello alzado y narices rojas.
Quizás un paisaje marino te lleve inevitablemente a otro, libre de acentos y costumbres. La pregunta quizás puede ser ¿lo que nos gusta, en realidad, es el paisaje, o precisamente esa mezcla de paisaje y paisanaje?
Y es que “la banda sonora” siempre es muy importante. Los azules y los grises siempre son más entrañables con una leve insinuación a lo lejos de cualquier canción, en el caso del vecino, de Benito Lertxundi. Este vecino no habla euskera, pero para ciertas cosas, no hace falta entender, sino solo sentir, y el candor de la voz del Señor Lertxundi puede servir de faro, teniendo en cuenta que el vecino se dirigía a uno, en cualquier momento desalentado de motivación, y frío de sentimientos, en un invierno crudo de soledades.
El vecino se acordaba ahora del misterio que siguió a la primera vez que llegó junto al faro de Torrevieja, a uno de ellos, al más asequible llegando desde donde se encuentra un remolino de gente y aparatos feriales con olor a churros y gofre.
Aquella noche de agosto, de otro verano de hace más de diez años, al llegar al faro, y mirar al frente, divisó unas luces, como pequeñas luciérnagas azuladas eléctricas que no paraban de vibrar. No se podía saber si estaban lejos o cerca, solo estaban.
Tras mil un teorías, incluidas algunas paranormales, y cuando ya el vecino se batía en retirada entre intrigado y temeroso, se dio cuenta de que debajo del faro, y del vecino naturalmente, y protegidos tras numerosas rocas, se encontraban una docena de pescadores con sus cañas en ristre, y eran éstas las que tenían unas pequeñas franjas de colores eléctricos, se supone que para detectar su posición nocturna, las que le habían estado intrigando al vecino. Y aquella noche aprendí, el vecino aprendió, ya que no lo había hecho antes, de que cuando se crea un poco de magia en nuestras vidas, es mejor dejarlo así, y disfrutar,  sin intentar buscar explicaciones, que a la postre seguro que no te van a hacer más feliz.

*FOTO: F.E.PEREZ RUIZ-POVEDA