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miércoles, 16 de septiembre de 2020

¿PERSONAS, O PERCEBES?

Viendo la tele esta mañana, concretamente en La sexta, pero pudiera ser cualquier medio o cadena de televisión, estaban dando cifras, cada vez más altas, de personas con el Covid-19, que están siendo ingresadas en cuidados intensivos en cualquiera de nuestros hospitales.

No sabes, por la frialdad de los contertulios en comentar las cifras, rozando el hieratismo, si están hablando de personas o de percebes. Quisiera que, al menos puestos ya, fueran de los segundos, porque además en cualquier momento de esa cuenta, alguien pudiera hasta ascender a los cielos, como si de la carrera espacial  se tratara.

Cuándo se darán cuenta, los de los medios informativos, que toda información repetida machaconamente puede pasar de ser de ayuda a convertirse en cada una de las gotas malayas que  chocan machaconamente contra nuestro cerebro y convertirlas en motivos de histerismo, e incluso de cierta persecución psicológica.

En cualquier momento vas a abrir el frigorífico, y te va a aparecer Ferreras, metiéndote el dedo en el ojo mientras te da una colleja porque se ha enterado de que puedes tener un hijo que practica el botellón, y por supuesto tú eres el último en enterarte, lo mismo que pasa con los cuernos.

Desde que la OMS (Organización Mundial de la Salud) nos ha dejado claro que eso de saludarse con el codo nada de nada tampoco, hemos perdido el norte, y estamos más desorientados que un sordo en un congreso de espías, porque era lo único seguro que habíamos sacado de esta pandemía. 

Y lo de saludarse ahora con la mano derecha en el corazón, durante breves segundos al menos, te puede dejar con la mosca en la oreja, por sí a la otra persona le puede estar dando un amago de infarto, o puestos ya, de romanticismo, que incluso hasta pudiera ser peor, rayando con el terror, en una época en la que regalar flores, solo puede ser síntoma de que alguien desgraciadamente se ha ido al hoyo, ¿o no?.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 29 de febrero de 2020

BATIENDO UN "RACCORD"


Ha habido seguidores, no ahora sino siempre, que me han mandado mensajes comentándome que a veces les trato de tú y otras de usted. Y se preguntan por qué.

No hay nada raro. Si habláramos en argot cinematográfico, no es que haya un fallo de “raccord”, o de continuidad, y ahora por ejemplo aparece un sombrero en la mano del protagonista que instantes antes no estaba.
Lo único que ocurre es que esta ventana, este mirador con vistas a todo, dentro y fuera, se creó para hablar sin pretensiones ni afectaciones. 

Cada uno aterriza en cada día como se levanta de ese accidente diario, y le brotan los sentimientos de esa manera. A veces hablo de tú, otras de usted, o incluso en primera persona, en tercera.

En realidad, la vida misma nos trata así, de protagonistas, o de meros comparsas. Si empiezas, a pulir tu estilo en demasía, le puedes restar frescura y sinceridad a tu discurso. Y lo bonito, o al menos lo honesto, ya que vas a comentar lo que te ronda, hacerlo como surge, como diría un enviado especial, desde el mismo epicentro de la noticia.

Estamos en un continuo, y que se me entienda bien, hundimiento del Titanic. El salvarme yo, y después otra vez yo. Ahora mismo, el personaje encarnado por Di Caprio seguro que se quedaba fuera de la salvación pero no por amor, sino por puro egoísmo del otro.

Creo que desde hace tiempo, y ahora se está acentuando, no nos paramos para hablar con el de al lado. Nuestras historias pareciera que cada vez tienen menos presupuesto y solo existieramos nosotros. Somos de rumiar lo nuestro, pero no de fijarnos en el otro. 

En realidad no debería importar si nos comunicamos de tú o de usted, sino que hablemos e intercambiemos efluvios guturales, esculturas sonoras de mejor o peor calidad, góticas o abstractas. No importa tener ahora un sombrero en una mano, y de pronto un clavel. Lo importante es estar.

*FOTO: DE LA RED

domingo, 10 de diciembre de 2017

LOS DERECHOS HUMANOS, EL SUBCONSCIENTE Y ...UN TRAJE EN BLANCO


Me desayuno, literal, con la noticia de que hoy es el Día Internacional de los Derechos Humanos, y con lo primero que enlazo mentalmente es que si les han otorgado un día, es que la cosa anda muy mal, casi tanto como el tiempo que se adivina tras la ventana.

La mente, la de este vecino del mundo, siempre juega con claves, que muchas veces intenta ligar con palabras, y más de una vez se pierde en el intento, pero el subconsciente, la mayoría de las veces, lo tiene más nítido que su propietario...

Por eso, las primeras imágenes que me vienen mentalmente, me llenan de intriga desasosegante, y son aquellas de un Donald Trump intentando dar la mano a su esposa durante una comparecencia pública, si mal no recuerdo durante su viaje a Israel (aunque muchas ya han sido las ocasiones), mientras ella mirando al frente, siempre al frente, se la aparta drásticamente. Y es que si las cosas andan mal, al menos lo parecen, en la intimidad, donde el respeto mutuo es indispensable, ya que a la postre es donde uno se supone se muestra tal cual es, será imposible que luego, por decirlo de una manera desenfadada, se pueda pedir peras al olmo.

Quizás esa imagen me ha venido porque el respeto en nuestros días es rara avis, y sería indispensable para “contemplar” los Derechos Humanos, junto al posicionamiento de “igual a igual” y no como ciudadanos de diferente categoría, e incluso sexo.

En cualquier asunto o materia nos ocurre que siempre nos fijamos en casos lejanos, cuando, y espero que se me entienda, tenemos al enemigo en casa. Esos refugiados, que entran en nuestras fronteras con cuentagotas, en contradicción con las cifras que en su momento se contemplaron, y esas pateras que hoy más que nunca inundan nuestras costas, y cuyos tripulantes son alojados en una cárcel sin estrenar, pero que es una metáfora viva de todo lo que ocurre.


Estos días han trascendido imágenes de mafias que trafican con esclavos en estos mismos momentos. Pero eso sí, hoy más de uno de nuestros políticos se pondrá muy serio y pomposo y dirá, como en aquel anuncio de detergentes, que su partido siempre limpia más blanco, casi tanto como el traje de Melania, por siempre Señora de Trump.

*FOTO: DE LA RED

martes, 21 de febrero de 2017

LA CENICIENTA DE HOY EN DÍA...



Cuando uno está hasta el gorro de que le intenten hacer comulgar con ruedas de molino de que, por ejemplo, no es lo mismo meter la mano que meter la pata, en cuestiones crematístico-políticas, intenta hasta no escribir en el blog durante unos días, para dar fiesta incluso a las musas y que corra el aire.  Ya que tiene hasta miedo de abrir la puerta de su frigorífico y aparezca, por ejemplo, Rocio Crusset, esa modelo que según parece ha querido que no se supiera que es hija de Carlos Herrera y Mariló Montero, pero que tiene tan mala suerte, que cada vez que aparece en pantalla, por ejemplo en “Corazón” de TVE1, nos lo recuerdan una y otra vez.


Quizás, Rocío, le debiera preguntar a la hija de David Trueba y Ariadna Gil como ha conseguido  llevar un tiempo trabajando como actriz sin que hubiera saltado "su" liebre, pese a ser ya considerada en su profesión, como una muy buena actriz y con un futuro lleno de expectativas. Este vecino no va a decir su nombre, por aquello de que el que quiera peces, y me refiero a los lectores y a los cizañeros … y respetar el deseo de ella, de no aprovecharse del nombre de sus padres; eso, que ella utiliza el primer apellido de su padre, pero que para el gran público es desconocido.


Los que siguen a este vecino del mundo, ya saben que intenta dar, cuando es posible, una vuelta de tuerca a sus escritos, y si en el anterior post mezclaba a Cristina de Borbón con el lobo de Caperucita, en el tema de hoy, de esas jóvenes promesas, mujeres y hombres, que de la oscuridad del anonimato pasan a la luz de la fama, aunque sea efímera, ha querido reflejarlo en cómo quedaría un cuento modernizado de acuerdo con los estándares de nuestros días.

Este vecino del mundo ha llegado a la conclusión que si La Cenicienta rompiera con el Príncipe, y no precisamente porque él la despreciara tras conseguir …su flor, sino porque ella llegó a la conclusión que tras el chasis principesco, y las horas de gimnasio, no había nadie al mando, o lo que había no era lo que ella quería, La Cenicienta ya no queda en el anonimato anterior, sino que primero se daría unas cuantas vueltas por los realities tanto españoles como latinos, ya que nuestra heroína, por ahora sólo habla castellano, y luego, se dedicaría al diseño de trajes de … ensueño. 

Salvo Antonio Banderas que se lo ha tomado en serio, como todo lo que hace, y está centrado en los estudios pertinentes, los/las demás parece que en lugar de nacer con un pan debajo del brazo, lo han hecho con el título de diseñador/a, y que su cuento en lugar de terminar con el “…fueron felices y comieron perdices”, prefieren terminar  con “…fueron felices y nos dieron con su plato en las narices”, porque así provocan, y de paso, venden alguna que otra exclusiva negándolo todo y surtiendo de agua a su molino (no el de las ruedas con que a nosotros nos hacen comulgar), para que continúe girando y generando polémicas, que es lo principal, y noticias frescas.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 4 de octubre de 2014

MEDIDA O DESMEDIDA

Todo en su justo medida. Eso es lo que me decía mi madre cuando era pequeño. Y quizás esa idea se ha ido olvidando por el camino de la vida. Quizás en el día a día le hemos dado importancia a ciertas cosas que, bien pensado, no la tienen. 
Es muy probable que pensando que sabemos mucho, en realidad, nos hayan dado el famoso timo de la estampita, y nos hayamos quedado con la forma y no con el fondo.
Esos teléfonos móviles que sirven para todo (incluso para comprar billetes de avión por internet, aunque, tú, no viajas nunca) y que te han creado la necesidad de cambiarlo cada año. Esos televisores, que la técnica, mejor cada día, ha conseguido que mientras los viejos televisores de los años sesenta duraran más de diez años, éstos, como mucho, duren unos cinco, y además el que tienes seguro que no es “Smart tv” que no tienes ni puñetera idea qué es, pero seguro que no lo es.
Y mientras, tú, en realidad, te encuentras más aislado que nunca. Tus vecinos deben de ser unos zombis, porque huyes de ellos, bajo el epígrafe "no les eches una mano que te quitan el brazo". E incluso ya te llevas mal hasta contigo mismo.
No te miras ni al espejo, no vaya a ser que en el otro lado estés tú también, y la hemos armado. Y te metes en la cama contigo mismo cuando te consta que estás tan cansado que el meterte en el lecho no va a dar lugar a tonterías…, como pensar, por ejemplo.
Y quizás un buen día, si tienes suerte, te das cuenta que desde pequeños nos han dicho eso de que “el hombre (y la mujer naturalmente, que no va por ahí la “cosa”) es el único animal que tiene el don de pensar”, y precisamente tú, si tú, hace tiempo que no ejerces como tal, no como hombre reproductor,  no va por ahí la cosa tampoco, aunque de eso, no nos engañemos, también cuando nos dejan, sino como “homo sapiens”. Porque lo de “homo” lo anteponemos para todo, sobre todo cuando alguien dice eso tan original de “a que no hay huevos”. 
Pero el apellido, lo de “sapiens”, lo practicamos poco. Si ves un paisaje bonito, como mucho, te puedes retrotraer a las últimas vacaciones “pensando”, que es mucho decir, que también vistes muchos paisajes bonitos. Sin embargo, no eres capaz de que ante ese bonito paisaje, se pare el mundo, pares el mundo,  y sientas cómo el viento en el rostro masajea tus recuerdos, y ese paisaje sea el trampolín a miles de recuerdos, o menos, da lo mismo, recuerdos que van ligados a sentimientos.  Porque quizás, pensar es “eso”, sentir, y quizás no lo queramos hacer mucho, porque en el fondo, tenemos miedo a descubrir que no estamos muy de acuerdo con nuestro proceder.
Si un buen día "ponemos" una foto imposible de lo que "esperábamos de nosotros" y otra de lo que realmente "hemos llegado a ser", es muy probable que el famoso juego de "las siete diferencias" se quede corto, y eso no lo queremos reconocer.
Lo dicho, como decía mi madre, y asentaba mi padre, todo en su justa medida. Y el problema es que quizás, el patrón de medida hace tiempo que nos ha sido escamoteado, y cambiado por otro, y hay algo entre lo que esperábamos y lo que somos, que no coincide. Y, mientras, el reloj de la vida, de nuestra vida, sigue pasando.

*FOTO: DE LA RED

martes, 7 de mayo de 2013

LA MANO AMIGA


Alguien dijo alguna vez que si buscas una mano que te ayude, la encontrarás al final de tu brazo, y es que quién mejor que uno mismo para velar por sus propios intereses.
A la mayoría nos ha pasado de jóvenes, confesarle a nuestro mejor amigo que estábamos muertitos por los huesos, y de todo lo demás, naturalmente, de una amiga común, y lo único que conseguíamos es que al cabo de unos días, eramos los últimos en enterarnos de que se habían enrollado. Te quedabas sin tu Dulcinea, y sin tu presunto mejor amigo. Y es que en realidad somos como una masa informe, como la masa del pan, y la vida nos va moldeando.
Quizás como consecuencia de aquella mala experiencia, y de perder a tu amigo, ya con el tiempo no tienes amigos de confesiones, a no ser que las citadas confesiones sean a las cuatro de la madrugada, y al día siguiente ni tu amigo ni tú os acordéis de nada.
Luego, mucho más adelante, para aconsejarte a ti mismo, utilizas el espejo, donde te recriminas todo tipo de cosas, y de vez en cuando intentas subirte la autoestima, en una especie de versión casera de la madrastra de Blancanieves y aquello de dime lo guapo que soy.
Sin embargo, uno de los grandes inventos, y nunca bien valorado, que sirve para relajar tensiones, es la televisión. La gente en general está muy equivocada porque la televisión interactiva no es un invento de ahora, sino de hace muchos años, incluso de cuando era en blanco y negro. En los telediarios por ejemplo, la cantidad de cosas que le decimos al presentador de turno, cuando nos da una mala noticia, o en la retransmisión de ese partido de fútbol, en el que quieres aclarar a voz en grito, la opinión que tienes del arbitro, y de su madre, con relación a ese penalti que no ha pitado a favor de nuestro equipo del alma. Y en los concursos..., cuando sabemos la respuesta antes que el concursante, y la decimos varias veces y cada vez más alto. En realidad, no lo hacemos para que nos oigan los otros implicados, sino para reafirmarnos de que por una vez sabemos algo.
Y es que, el gran secreto de esta vida es no tomarse la vida demasiado en serio, desde el momento en que sabemos que es una aventura que sin duda no va a acabar bien, y aunque somos los protagonistas, en esta historia el protagonista muere, y eso en el mejor de los casos; pero teniendo en cuenta lo que nos pagan por interpretarla, nos quedamos sin opción a reclamar.

*FOTO: DE LA RED