Cuando uno duerme bien y se despierta con la sensación de que todas las partes de su cuerpo, responden perfectamente al salir del cierto más allá que nos cubre mientras estamos en manos de Morfeo, cree que todo tiene que estar bien porque él está bien. Luego, abres en un gesto rutinario, la puerta que te lleva al balcón, no sabiendo si es para comprobar que el día como tú se ha despertado en orden, o es para que los vecinos se enteren de que el protagonista de tu vida, osea tú mismo, sigue en pie y con más fuerza. Sea lo que fuere abres la puerta con la tranquilidad de un día más, y de pronto toda la fuerza del viento, mezclado con lluvia y frío te hacen comprender que esta vez tu interior no estaba conectado a la realidad del momento. Y, en ese momento te das cuenta, que es ahora cuando verdaderamente te has despertado, y no estabas precisamente en una calma chicha, sino a bordo del Titanic, cuando todavía todo el mundo, el que cabe en ese barco, está en la fiesta, y te das cuenta de que algo va mal, y de que ese golpe que acabas de sentir, va a traer otro tipo de consecuencias y no parece que buenas.
¡Bueno! Pues todo ese tipo de sensaciones he tenido en apenas cinco minutos, y como un personaje del mundo-Almodovar, te preguntas: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Y me he acordado de las muchas veces en que en tu mundo interior te encuentras perfectamente y al intentar hacerlo saber a alguien, el mensaje, por circunstancias que se te escapan, no es recibido de la manera que deseabas.
El llamar, por ejemplo, a la persona que más amas en esta vida, para decirle todo lo que la quieres, pero en ese mismo momento te enteras de que le acabas de despertar, porque no es la hora que tu pensabas que era, y ella, porque ha estado trabajando de noche, no está todo lo receptiva que esperabas.
Es un momento con cierto sabor a tristeza y soledad, pero sabes que esas circunstancias pasarán en unas horas, y además te sirve para darte cuenta de que nada son los sentimientos sin el contacto real y sin verdadera comunicación, y ese es un trabajo diario. Además ese momento lo has creado tú mismo por no saber realmente en qué hora del día estabas soñando, pues hay horas en que está prohibido soñar, y que al final lo que prima es el día a día, y lo que demuestras a los demás en cada momento.
Una cosa son las intenciones y otra las realidades, y comprendes que entre unas y otras hay mucho trabajo de campo a realizar, pero que verdaderamente merece la pena, porque sin las personas a las que quieres, vivir no tiene sentido.
Son las cosas que ocurren cuando un buen día tienes el despertar en el Titanic.
* FOTO: DE LA RED