Hay una sensación general de contradicción. Lejos
quedaron, al menos eso queremos creer, los momentos de sentirse integrante de
una manada, y ahora aflora el individuo, el “yo soy yo y mis circunstancias”,
la persona única y diferente, “porque al parirnos nuestra madre, se rompió el
molde”, aunque en realidad lo rompimos nosotros mismos porque somos unos
egoístas, y no queremos a otro a nuestro lado.
Hay una sensación general de ser observados, pero
observados por nosotros mismos. Una sensación de escrutar lo que hace, más que
el prójimo, el próximo, el cercano. Una sensación de querer confirmar en los
ojos vecinos lo que estás sintiendo en tus carnes, y es que las cosas no van
nada bien. Y llevamos tiempo, y no nos hemos acostumbrado, ni nos
acostumbraremos.
Sin embargo, hay una sensación
de búsqueda de alguien que diga las famosas verdades del barquero, pero que no
las diga con el sabor del resquemor, con la cara roja llena de ira, sino con
palabras suaves, llenas de experiencia y con ecos de bondad. Por eso, cuando se
encuentran personas de lógica aplastante, como el Señor Miguel Ángel Revilla,
uno se olvida si es de izquierdas o de derechas, y se hace admirador suyo, y
cree que mientras existan personas como él, el mundo, al menos el nuestro,
tiene arreglo.
Y es que las buenas
personas, no son ni de izquierdas ni de derechas, tienen partido propio, y
aunque quisiéramos crear un partido con él, el Señor Revilla es tan inteligente
que nunca va a estar por la labor, porque siempre harán falta los francotiradores
de ideas, que lanzan sus pensamientos a modo de bengalas, para marcar
en la oscuridad la dirección a seguir, y él lo sabe, y lo practica.
Es una lástima que sin
embargo, Don Miguel Ángel, necesite foros para dejarse oír como son los canales
privados de televisión, en los que, dicho sea de paso, están encantados de
brindarle “su púlpito”, y del que él
nunca cobra nada, como lo ha confirmado en muchas ocasiones. Otra cosa es, que
esos mismos canales solo vean en él una manera segura de subir las audiencias,
y vender más publicidad, la cual pagamos a precio de oro, a la hora de comprar.
Una más de las paradojas de esta sociedad que observa, y muchas veces paga por
ello.
Hay una sensación general de
contradicción, de lo que hay que hacer, y de lo que quiero hacer.
*FOTO: DE LA RED
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