Mucha gente no se ha dado cuenta todavía, pero
habrá un antes y un después desde que se nos indicó a comienzos de este año que,
por orden de nuestro todavía gobierno, los yogures ya no iban a presentar fecha
de caducidad, sino solo una fecha de consumo preferente.
Y quien más, quien menos ha descubierto que tiene
que, e incluso puede, decidir.
Y es que desde pequeños hemos ido por un camino
totalmente guiado, primero por nuestros padres, con su famoso “ésto
no se hace” y luego con “la
ayuda”, para los creyentes, de los dictados de la Iglesia y su famoso “ésto no
se hace”. Este vecino, hace muchos años, al comprobar que la doctrina de la Iglesia, la
prohibición, coincidía con la recibida en casa, se dio cuenta el por
qué a los ministros de Cristo les llamábamos “padres” también.
Prácticamente coincidiendo con lo de los
yogures, y que ya podemos decidir, para lo que no estamos preparados, ¡vaya
año!, tenemos un Papa nuevo, con un nombre vulgar, que por no tener no tiene ni
número ordinal que llevarse al nombre.
Pero, si el pueblo de a pie bastante tiene con
tomar decisiones sobre “si me como o no me como la reliquia que
tengo en el frigorífico con forma de yogur”, el clero está totalmente
revuelto y va de cráneo con el Papa Francisco, que como siga así, pronto le van
a llamar o Mr. Proper o Don Limpio porque va a dejar su Iglesia que no la va a
conocer ni el Padre que la parió.
No le han dolido prendas, y nunca mejor dicho, en ordenar
a que abandone su diócesis por un periodo de tiempo no especificado,
un obispo alemán, concretamente el Obispo de Limburg, al que se le habían
“desviado” un poco las cuentas de las reformas de su vivienda, presupuestadas
en un comienzo en cinco millones de euros, y siendo su desembolso final cercano
a los cuarente millones. Eso sí, el más que confundido obispo, Franz-Peter
Tebartz-van Els, para reunirse con el Papa en el Vaticano, y sobre todo, para
dar ejemplo, ha cogido un billete low cost de Ryanair, y entre las cosas que le
ha debido de decir a “su jefe”, es que se ha gastado bastante dinero en
acondicionar las habitaciones para futuros invitados.
Este vecino piensa que, a lo mejor, después de
todo, el Obispo de Limburg, lo que quería era albergar, en sus habitaciones, a
todos sus feligreses que pasaran por un mal momento económico, para lo cual la
citada cifra, unos cuarenta millones, incluso se le puede antojar hasta corta.
Y es que el clero está formado, después de todo,
por personas que además de tener que decidir, en estos días, sobre la fecha de
los yogures a comer, tienen que hacer un verdadero acto de contrición, al decidir
ahora sobre si su manera de concebir “su
religión” está contaminada, como los yogures, por gérmenes que envenenan, más
que su discurso, su manera de comportarse cuando las velas de su iglesia se han
apagado.
*ILUSTRACIÓN: DE LA RED
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