Con los años, y este vecino no va a descubrir nada
al decirlo, la vida se hace más corta,
aunque no creo que sea sólo por la experiencia, sino por el “diseño” que se
hace, últimamente, de los días para vender o intentar vender.
Quien más y quien menos, recordará las navidades
de su infancia, y especialmente por la cancioncilla de la lotería de Navidad,
cantada por los Niños de San Ildefonso, que se oía el día 22 de Diciembre, los
más viejos dirán que en la radio, y los más jóvenes en la televisión.
Aquella visión se va modificando con los años, y
ahora ya sabemos que incluso podemos comprar esa lotería en las vacaciones de
verano, el que tenga vacaciones, y el que distinga el verano del resto de las
estaciones, quizás porque ande escaso de esperanza, y todos los días,
tristemente, le parecen iguales.
El sábado pasado ya estaban mis sobrinos, de tres
y cinco años, eligiendo sus regalos para el próximo Día de Reyes, y algunos de
los lectores del vecino descubrirán con estas líneas que solo quedan dos meses.
Y es que los fabricantes de juguetes, desde hace años ya, han tenido “la
feliz idea” de editar catálogos de sus productos no para las tiendas,
que sería lo normal, sino para el cliente final, que a la postre siempre es el
niño.
De todas maneras, en este diseño entre oferta y
demanda, hay un desfase entre el consumidor final, el niño o niña, y el que paga, el panoli, en forma de padres,
tíos, o allegados varios, por lo que el
abrir un catálogo de juguetes se convierte en una especie de ruleta rusa, que
al final no se sabe quién pasará por caja, aunque seguro que alguien tendrá que
hacerlo.
Ya los niños están avisados que no podrán recibir todos
los regalos que pidan, por lo que el catálogo de juguetes se convierte en una
especie de quiniela para niños. Y alguno de los niños, ya presenta cierto
grado agudo de inteligencia, y parte de que cuanto más pida, más es probable
que reciba por aquello de “quien no llora…”.
A grosso
modo cada uno de ellos pidió unos siete regalos, más que nada para asegurarse
de ser vistos en las oficinas reales. Mi sobrina, Laura, tres años, ya me dijo
que era importante captar la atención de los pajes reales, por lo que ella les
iba a enviar una carta con todo tipo de dibujos, nada más que para caerles
bien, y facilitar de esa manera, la llegada del pedido.
El niño, su hermano, Raúl, aunque tiene cinco
años, vive más en su mundo, un mundo de dragones con alas, y donde él es el
héroe, y por eso mismo, por ser presuntamente valiente, y noble, ya piensa que
se merece de todo…
Para que luego no digan que el futuro es de las
mujeres…E incluso, acordándome de La Nuri, mi sufrida, el presente también, por
la cuenta que nos trae a los hombres.
*FOTO: DE LA RED
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