La gente joven no conocerá a un personaje de los
tebeos, ahora denominados comics, de los años cincuenta-sesenta, llamado
Carpanta.
No era uno de esos héroes cargado de poderes.
Carpanta era un pobre hombre, bueno, eso sí, que en cada historieta intentaba
buscarse la vida, y lo mismo que en Asterix y Obelix la
última viñeta siempre es dándose un buen festín de jabalí, Carpanta siempre
acababa atracándose de pollo, que para la época era lo más parecido a estar en
el paraíso.
Este vecino ha hecho esta introducción para
referirse a un suceso recientemente vivido, y que le ha dejado mella.
Ayer sobre las ocho de la noche estaba dando un paseo
por el centro de Donosti, cuando en una calle de esas que parece estar a trasmano
de todo, descubrí a una pareja de jóvenes, chico y chica de no más de
veinticinco años, con medio cuerpo metido dentro de un contenedor de basura,
inspeccionando cada bolsa.
Lo de la necesidad estaba escrito en sus caras, pues no
les importaba ser vistos, de hecho no creo ni que se dieran cuenta de que
había alguien más. Solo tenían ojos para buscar.
Y este vecino, tras lo visto, se acordó de aquel
héroe-sufridor de otra época, últimos vestigios de la guerra civil y heredero
directo de la cartilla de racionamiento. Recordé también que Carpanta vivía
debajo de un puente, y llegué a la conclusión de que ahora incluso sería peor,
porque Carpanta y los de su generación, no habían conocido lo bueno de la vida,
y entonces no hacían comparaciones de lo que fueron y de lo que eran ahora.
Sin embargo, en nuestros días, quien más quien menos ha
conocido “las vacas gordas”, y ni se había planteado que el destino tiene
curvas muy cerradas que deparan no solo cambios de paisaje, sino de estatus
social.
Y para colmo de males, ahora la mayoría de los
puentes, en un alarde de técnica, prácticamente no tienen ni base. Y se ha
cambiado la seguridad de la piedra, por la frialdad del hierro o del acero, y
ya no son ni habitables.
Creímos que Carpanta, afortunadamente, había
desaparecido, y solo quedaba en el diccionario como sinónimo de “hambre
canina”, pero visto, lo visto, cualquier día de éstos, sino le vemos a
él, desgraciadamente conoceremos a sus nietos, con un teléfono móvil en una
mano, y en la otra la tarjeta del paro.
*DIBUJO: DE LA RED
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