Este vecino siempre ha sido bastante observador, no del
tipo de acordarse de cómo una persona determinada va vestida, pero sí de adquirir
un sentimiento de cada evento que va viviendo y luego de analizar el tema. Y
últimamente, negocios que habían proliferado como signo inequívoco de la
crisis, como si fueran buitres en busca de comida, han comenzado ahora a
desaparecer, con lo cual se puede afirmar
que los malos momentos han acabado hasta con la carroña.
Dos negocios de compra-venta de oro que se encontraban
muy cerca de casa en Donosti, ya han sido desmontados, como dando a entender
que aquel que tenía un diente o una muela de oro, ya se ha deshecho de él, y
que el terreno está más yermo que una parcelita en el Sahara.
Y es que hay que darle al magín para poder sobrevivir. De
hecho acabo de leer que el gobierno se lo está pensando, y quizás cambie las
cuchillas-alambradas, o concertinas, de la frontera de
Melilla, por “drones” que anden sobrevolando la zona.
Aprovechando que el Urumea pasa por Donosti (siempre hay
que darle un toque euskaldún a cualquier tema, por aquello de que quizás caiga
alguna subvención), este vecino del mundo va a intentar hacerse con un metro de
concertina porque debe de ser genial para su aplicación culinaria. Tienen que
salir una hamburguesas, con carne gruesa, geniales. Porque por mucho que
intenten los políticos de turno que comulguemos (ya se sabe que son católicos y
practicantes de los de toda la vida) con ruedas de molino, las concertinas (un
nombre, por cierto, bastante cruel teniendo en cuenta su fin último) tienen que
destrozar todo lo que tocan, por mucho que los miembros del gobierno den a
entender que pueden ser tan útiles como las agujas en la acupuntura.
A este vecino del mundo, puestos a imaginar, no le extrañaría que cualquier día de éstos,
nos enteremos de que el Señor Wert ha sido nombrado Concertina mayor del reino, porque
nadie mejor que él ha intentado destrozar la cultura en este país.
*FOTO: DE LA RED
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