Hace apenas un cuarto de hora ha saltado la noticia: Ha
fallecido Doña Rita Barberá, víctima de un infarto en el hotel en el que se hospedaba en Madrid.
Este vecino del mundo quiere recordar antes de nada, que
si siempre habla sin medias tintas sobre cualquier tema, eso sí, guardando las formas, hoy no va a ser
menos, y además lo va a hacer prácticamente en el momento que se ha conocido el
hecho, para no ser condicionado por otras opiniones, ni, por ello, desviarse del tema.
El fallecimiento de una persona nunca debería de
condicionar la opinión que tuvieras de ella, ni para bien ni para mal, quizás
sí las formas, pero a partir de ahora mismo comprobaremos que, especialmente en
las redes sociales, muchos cargarán las tintas. Lo que la Señora Barberá ha
sido, es eso, símbolo de, en una época, de todo lo bueno para unos, y en otra,
de todo lo malo para la mayoría.
No es mi intención hacer recapitulación de su carrera
política porque eso lo encontraréis, me imagino, en la mayoría de los
artículos. Solo quiero plasmar mis primeros sentimientos y opiniones tras la
noticia. Y lo primero que me ha venido a la mente es las últimas imágenes
públicas que este vecino del mundo vio por televisión de ella, y que si vistas
en el mismo momento que ocurrieron, ya eran elocuentes, esa soledad que entierra, ahora lo son más como
epílogo.
La imagen es la de una Rita Barberá, prisionera de su soledad, como lo ha
estado desde hace un tiempo, el día de la apertura solemne de las
Cortes, buscando sino el cariño, sí al menos unos instantes de tregua con sus
hasta hace muy poco compañeros, y al ver a José Manuel García-Margallo, le
decía una de esas frases, que después de lo que ha pasado, sin duda quedarán
para el recuerdo de muchos, por lo simples pero al mismo tiempo elocuentes:
"Margui,
que no me has saludado", y
el exministro de Asuntos Exteriores, se supone, porque eso sólo lo sabrá
él, no tuvo más remedio que besar a la
senadora, eso sí con una amplia sonrisa, y se alejó rápidamente.
Sólo pediría, como lo haría por cualquiera, que los que
fueron valientes en su momento, o insolentes, según opiniones, y ya hablaron todo lo
que tenían que hablar, no se ceben porque ya no se puede defender. Y a esos
justicieros a posteriori, que ya es evidente, porque ella ya no está, solo lo
hacen para la galería, intentaran no cargar las tintas porque quizás con lo que
digan solo ya se estén definiendo a ellos mismos.
Desde aquí le hemos dado mucha caña a Doña Rita, aquellos
que sigan a este vecino con asiduidad lo recordarán, pero ya no es el momento.
Visto desde ahora, solo me viene la frase del poeta Gustavo
Adolfo Becquer:
Dios
mío, qué solos se quedan los muertos…
*FOTO: DE LA RED
A mi entender, la soledad a los muertos no les causa ningún quebranto, lo que debe ser triste, es verse como una apestada por los que hace dos días te jaleaban, y que sus faltas, si las hubiere, estaban cansados de conocerlas y compartirlas.
ResponderEliminarLo que ocurre, y era la intención de mi texto, el sugerir que hay personas que ya están muertas, metafóricamente hablando, aunque incluso sigan estando entre nosotros...
EliminarPor cierto, se agradecería que la próxima vez firme su texto. Muchas gracias. Es una manera de vernos las caras, metafóricamente también.
Serafin Iglesias de Vigo vigoseraf@yahoo.es Saludos
EliminarMuchas gracias por el detalle. ¡Ya nos conocemos todos!
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