Una de las imágenes de ayer fue la de esa runner, para más inri, a la carrera, en Donosti por cierto, que desafiando la prohibición salió a correr y acabó detenida y abroncada por los vecinos.
En un asunto tan claro sigo flipando con todos esos que
empiezan su discurso con un "sí, pero no…"
Si te saltas lo establecido lo suyo sería decir eso de me
han pillado con el carrito del helado y me tengo que atener a las consecuencias, pero no seguir con “por
mis mismísimos que yo lo hago una vez y mil más, simplemente, porque yo soy mi
mejor amigo”.
Por otro lado de cosas, como alquilar el perro del vecino
para sacarle a pasear se ha puesto más caro que un kilo de las auténticas angulas, ya he preparado una horita de
música, más o menos, con éxitos de ayer y siempre, y a partir de hoy hay que
mover el esqueleto. Más que nada para que el esqueleto no quede secuestrado por hordas de grasa, que pueden ser tan
enemigas como el coronavirus.
Como La Nuri, mi sufrida, no está dispuesta a hacer prácticamente de
contorsionista en bailes de salón, y la comprendo, ya he vestido a la
almohada con un aparente vestido color
champagne y una peluca pelirroja en una especie de trasunto de Mia Farrow en la
versión que protagonizó con Robert Redford, de “El gran Gatsby”, y en el que él
acababa peor que su posterior pareja en la vida real, Woody Allen. Y es que muchos siempre han
apuntado inequívocas maneras...
Esta noche, y prácticamente entre sueños, se me ha
planteado una gran pregunta: ¿Respetamos el status vigente, si ensueños
viajamos, por ejemplo, por preciosos atardeceres, o corremos el riesgo de
acabar como la runner donostiarra, esposados e increpados más que Felipe VI
tras su último mini-discurso? Juraría que me he despertado con un bosquejo de cacerolada al fondo...
Vamos a salir del coronavirus como las antiguas estrellas
de cine, que antes de triunfar en la pantalla habían tenido trabajos de todo
tipo. Pero, ya se sabe, que lo importante, en este caso, es salir.
*FOTO: DE LA RED
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