Estos días se está dando en Madrid, y en otras ciudades
de Europa, una huelga de taxistas motivada por, según ellos, una competencia
desleal por programas informáticos como “UBER”, que juntan a varios pasajeros
para que su viaje les salga más barato.
El problema que pudiera tener el citado programa es que cobra un
porcentaje, el 20 por ciento, por cada viaje, haciendo, en cierta forma,
competencia desleal con un gremio que tiene que cumplir mil normas y pagar
muchos impuestos. Sin embargo, para esos programas que “lo único que hacen” es
poner en contacto a varios posibles pasajeros, este vecino está seguro de que no
se puede, ni se debe, hacer nada, porque es un problema que solo atañe a ellos, como si varios amigos se juntaran para compartir un viaje.
En estos años que se ha hablado un día sí y el otro
también de la famosa y maldita “burbuja inmobiliaria”, ¿no se debería de hablar
también de la burbuja de los taxistas?
Quizás los más jóvenes no lo recuerden, pero en el
comienzo de los años ochenta, también se dio la situación de cerrar empresas o
despedir a trabajadores, pero, entonces, a diferencia de ahora, se cumplían
estrictamente las leyes, y muchos de los afectados salían con una pequeña
fortuna.
Aquí en el País Vasco se dio la situación de que muchos, en
ese momento ex-empleados, montaban o arrendaban un bar, y otros muchos compraban
la licencia de un taxi. En realidad era como poner, a vista del currito de a
pie, una pica en Flandes, y estar más cerca del paraíso. Un nuevo estatus y un dinero, en teoría, más fácil. Y por eso,
la bola de nieve fue haciéndose más grande, y el precio a pagar por conseguir
una plaza en una ciudad, cada vez se fue haciendo mayor. Este vecino recuerda
que cuando se hablaba con pesetas, la diferencia entre una plaza de taxi y un
piso, no distaba mucho, porque el que dejaba su plaza quería hacer su último
negocio en el gremio.
Y lo mismo que pasó con los pisos, ahora pasa con los
taxis, y les ha entrado el temblequeo de que, en cierta manera, su “multinacional”
se resquebraja, y ya no hay que besarles los pies para que te lleven en su
vehículo.
Este vecino ha presenciado, en Torrevieja concretamente,
como un conductor de un taxi, repleto de oro en manos y cuello, amenazaba a un
futuro cliente, que estaba en la cola y cabreado porque los taxistas preferían
coger carreras más largas, con no llevarlo si no se callaba.
Como no se cansa de decir la patronal, los tiempos han
cambiado, y los negocios funcionan de otra manera con las nuevas tecnologías, y
todos nos tenemos que reciclar. Y a lo mejor el siguiente coche de la mayoría
de los taxistas tendrá que ser un poco más pequeño, o cambiarlo a más largo plazo. Sí, este vecino ya sabe que eso servirá para que los de ese gremio digan que así se
perjudicará nuestra seguridad, cuando en realidad solo les importaba, hasta
ahora al menos, la suya.
Por cierto, y ya para terminar, para lo único que ha
servido por ahora la huelga de los taxistas es para aumentar las altas en “Uber” un 850%. Eso quiere decir que los taxistas, en realidad, se han hecho un auténtico “Froilán”
en toda regla, o lo que mi madre definiría como “salirles el tiro por la culata”.
*FOTO: DE LA RED