Este vecino del mundo lleva unos días, por no decir
semanas, que se siente como empachado, o deprimido, que vaya usted a saber.
Empachado por noticias, por poses, declaraciones
y opiniones, de todo lo que ve, y en muchos casos tiene la sensación de que le
muestran para que vea.
Será casualidad, pero llega la época de hacer la declaración
de la renta, esa que hasta hace poco nos decían, y nos lo habíamos creído que “Hacienda
somos todos” y parece que todo ha quedado en que “se decía que Hacienda éramos
todos, pero que SÓLO era un lema publicitario”, y se empieza a repartir
mamporros “honoris causa” a mucha gente que, semanas antes, pareciera por su
comportamiento más cerca de salvar la patria que de explotarla, y ahora, de
pronto, tienen problemillas con el fisco, o tienen sus cuentas hechas un cisco,
que uno ya no sabe qué decir.
Ahora, hasta el mismísimo Don José María Aznar, por
parecer tan recto y estricto este vecino tenía asumido hasta que no pasaba por
el lavabo por ser prácticamente perfecto, parece que tiene algún problemilla
con sus declaraciones, y no precisamente de amor, sino a esa Hacienda de ese
país en el que ha sido santo y seña, y que ha querido tanto, y estaba convencido
de que en contrapartida él también lo era.
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Y este vecino del mundo junto con esos síntomas de
empacho y hastío de todo, cree no comprobar, pero sí intuir, hasta que
maravillas de ese opio o circo del pueblo que resulta que es el fútbol, al
ponerles otra vez, o correr el riesgo de oler de nuevo ese banquillo de cara al
fisco, parece que se les olvida el cómo jugar a ese deporte rey en el que ellos
lo son, al menos eso dicen y así se les paga, y llevan dos o tres semanas, en el
que se les ha debido de olvidar cómo se juega, o lo que deben de hacer cuando
salen al campo, o a esa “cancha” que tanto dinero les ha dado.
Por eso, quizás, ante tanto empacho de noticias,
sensaciones, opiniones que vienen y van, es mejor echarse un par de libros al
coleto, o al monte, o a la bartola, si está se deja, y oxigenarse un poco
bastante. Y darse un margen para vivir,
y dejar vivir, que nos lo merecemos.
Seguro que durante unos días, el mundo
sabrá vivir sin salvapatrias, ni vida de santos
ejemplares actuales. Nuestro hígado, al menos, seguro que nos lo agradecerá.
*FOTO: DE LA RED