No sé si será porque ayer
leí que muy probablemente Amancio Ortega ya es el hombre más rico del mundo. Lo
único que sé es que esta noche he soñado con él, y he pasado frío, mucho frío.
Obviamente no nos
conocíamos, pero desde que hemos coincidido en el mismo sueño, ha comenzado
a hablar conmigo, muy campechano, y como si me conociera de toda la vida.
Por decirlo de alguna manera, me ha dado una gran
entrevista; de hecho, es lo único que me ha dado, una especie de master gratuito. Era de la opinión, y en eso y en que es gallego, coincidía, por
cierto, con mi madre, que para tener hay que ahorrar. Y además en todo momento
ha practicado con el ejemplo.
Su casa, al menos la que he
visto en el sueño, y en la que se supone que vivía, era una mezcla entre la casa
de “El Orfanato" y la de “Psicosis”.
No sé si será que al estar
junto a él, y por empatía, me he pasado toda la noche ahorrando; pero hasta he soñado en blanco
y negro. Me ha extrañado, pero tras el sueño, he pensado, quizás, que sería por aquello del ahorro también, pero recuerdo el detalle de que la gran
mansión no tenía luz eléctrica, sino que funcionaba con antorchas colocadas estratégicamente.
Le he comentado al Amancio Ortega del sueño, que su máxima, la de ahorrar, puede que sea verdad, pero que si como es mi
caso, no tienes un euro, lo único que puedes es, ahorrarte la opinión, porque
no te va a entender eso de que “dinero llama a dinero".
Se ha pasado todo mi sueño
trabajando y explicándome eso de que si los economistas de su empresa prevén que para el año que viene su negocio tiene que ganar mil millones, y solo llegan a novecientos, en realidad han perdido
cien.
Me he sentido tan agobiado
que me he despertado sudando como si me hubiera caído dentro de una piscina, y además,
olímpica, con el convencimiento de que si hubiera tenido cualquier ahorro, se
lo hubiera dado, sin dudarlo, para evitarle el trauma de que no había
conseguido esos malditos cien millones de nada.
Creer en sentido religioso, cada vez creo menos, pero
hoy me he levantado dando gracias a Dios, y a los últimos gobiernos de este
país, de que no tengo nada. Porque si el sueño era verdaderamente agobiante, la
realidad seguro que supera a la ficción.
Bien pensado, si hubiera leído hoy la
misma noticia que ayer, la de que Amancio Ortega posiblemente es el hombre más rico del mundo, en lugar de
envidiarle, le hubiera llamado directamente y le hubiera dado el pésame por ser tan rico. E
incluso, si hubiera tenido un euro, lo hubiera puesto a su disposición, sin
dudarlo. ¡Qué malo tiene que ser eso de poder perder tanto dinero!
*CUADRO: "CASA JUNTO A LA VÍA DEL TREN", DE EDWARD HOPPER.