Este
vecino del mundo pensaba que si la crisis podía traer algo bueno, sería por ejemplo no tener que aparecer, en esta
época de despedidas un día sí y el otro también del año que perece, en las
dichosas cenas de empresas.
Personas
que como el que suscribe han dejado de pertenecer, por decreto digital (en este caso se refiere
al dedo puro y duro por el que eres apuntado para quedarte en la calle), al
organigrama de una empresa, dentro de lo malo ya ha dejado de ser un posible
integrante de esa cena para “celebrar” la cantidad de broncas, gritos,
murmuraciones, cuchillos por la espalda, zancadillas, y demás, que han tenido
lugar durante el año.
Esas
cenas, en las que el despistado de turno por llegar el último a la mesa le toca
sentarse al lado del jefe, que por una vez quiere sentirse un poco humano, y
baja al mundo desde donde viven los dioses del dinero, e intenta desplegar toda
su simpatía para con sus mandados, aun sabiendo que mentalmente apuntará todo
lo ocurrido durante el ágape, y que como dice la dirección general de tráfico, “las
imprudencias se pagarán”, porque éstas seguro que no caducan ni con el año que viene.
No
ha habido manera, ni estando en el paro, ni parado, de escaparse de una cena de
compañeros de promoción de despido, y
allí hemos asistido más que nada, para que al estar presente se cuchicheara
menos de uno.
Es
curioso, pero la imaginación siempre está trajinando, y aunque sean épocas de
penurias, siempre hay alguien que intenta ponerse medallas.
Hay
quien alardeaba de ser el rey de los cursillos, había estado en unos siete u
ocho. La verdad es que noté la falta del
de macramé. Ya se lo dije, y mientras se ruborizaba, le hice prometer al tiempo
que servidor le pegaba un tiento al vino espumoso, ya que francés ya sólo
podemos pedirlo en el sexo, y no por la seguridad social, que para la cena del
siguiente año, que alguno con humor negro ya nos emplazó a un comedor social,
habría realizado el curso de macramé, punto de cruz, y el de sexasodor, si no
queda más remedio con el de pollos es suficiente.
Ha
habido algún compañero que habiendo pasado todas las cribas para hacerse con un
empleo, le han tumbado, en todos los sentidos, por no tener una discapacidad,
aunque sea ligera, para poder cobrar ellos algún tipo de subvención.
Todo
el mundo está hablando del problema que supone encontrar el primer trabajo,
pero nadie quiere mencionar el problema que va a implicar todas esas personas de
más de cincuenta años, que ya están en la calle, y que no va a haber ni vallas de
obra para ponerse los lunes, y el resto de la semana, al sol. Además, seremos la mayoría, buenos candidatos a "yayoflautas", y eso a buen seguro que preocupará a cualquier gobierno que se precie.
*FOTO: DE LA RED