Más
de uno de los que me lee sabe que ayer este vecino tenía una cita ineludible con
esa joya de los campos de Tolosa, llamada alubia. Unos cuantos locos
que nos hemos conocido mediante el blog de una amiga
(http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50),
nos reuníamos para dar buena cuenta de una alubiada, acompañada,
pero en plato separado, por aquello de no mezclar sabores, de
chorizo, morcilla, y costilla, o lo que al menos por aquí se
denomina como "alubias con sus sacramentos”. Para que luego se
ponga en duda la huella de la iglesia en nuestra vida diaria. No me
extrañaría que unos cuantos ateos, como consecuencia de esa comida,
caigan como Pablo de su caballo, y a partir de ese momento se
conviertan en una especie de misioneros, sino de la religión
católica, sí del buen yantar.
Después
de una buena comida como la de ayer, la vida y sus problemas se ven
de otra manera, se relativizan, y pensándolo bien, el problema de la
política actual, quizás viene de la mesa. Me explico.
Bien
es sabido, que un político de esos de plaza en el congreso de los
diputados, por ejemplo, normalmente va bien comido y bien servido, y
quizás por eso, los problemas desde su punto de vista, y no de la
ciudadanía en general, son menores.
Lo
mismo que en el congreso y en el senado, hay una serie de normas,
para las intervenciones de cada uno de ellos, debería de existir
también una especie de menú del buen político, que fuera más bien
escaso, de tal manera que se tuvieran que ganar más ingredientes
para su menú diario, mediante actuaciones brillantes en su bancada.
Aquellos que hayan tenido una semana gris en lo relacionado con su
trabajo, deberían de ser obligados a mantener una especie de ayuno.
Eso les serviría de estimulo, y les afilaría a la vez que sus
dientes, sus armas como político al uso, viendo las necesidades de
los ciudadanos a los que representan y que él mismo está sufriendo
en sus carnes, o más bien en la ausencia de ellas.
Un
político, como un buen perro de caza, y salvando las distancias, por
supuesto, con una comida al día, tiene que estar ágil como un
podenco, y no se le debe de escapar ni una oportunidad para mejorar
la vida de sus representados, y consecuentemente, de su menú diario.
Si
siempre se ha dicho, al menos durante una época en España, que “la
letra con sangre entra”, también es muy conocido eso de que “la ocasión la pintan calva” y si siguiéramos las directrices
aquí expuestas, dentro de un tiempo al político avezado y despierto
se le distinguiría por su delgadez, y no por tener el riñón
forrado, como hasta ahora, no solo de dinero, sino de grasa.
*FOTO: DE LA RED