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martes, 10 de abril de 2018

UN DÍA DE LLUVIA Y TORTILLA...



Hoy me ha pasado al intentar tomar algo en un bar de un centro comercial en el que ya había realizado varias gestiones, mientras esperaba al autobús de vuelta, intentando resguardarme de un chubasco en toda regla.

¿Caballero? – Me dice la joven detrás de la barra  con una sonrisa que era pura interrogación. A lo que intento rellenar el hueco del silencio con un suave y picaresco: Primero de todo, cada vez que me llaman “caballero” me echo a temblar porque no estoy acostumbrado, y cada vez que lo oigo, tengo la sensación de que alguien intenta meter su mano en mi bolsillo, Y segundo: Un café con leche y un pincho de tortilla. 

Ella, muy en su papel continúa preguntando: ¿La leche, entera, semi… y muy caliente o medio?
Tras contestarle que semidesnatada y muy caliente. Me sigue preguntando: Y la tortilla… ¿de patata normal, con jamón, con queso, con tomate?

Tras decirle que de patata “normal”, me pregunta: ¿Con cebolla, con pimientos?
A lo que ya le he contestado con una sonrisa cariñosa: La próxima vez que entre en un bar, aunque sea bastante temprano (Eran las diez de la mañana) no olvidaré ir acompañado de mi abogado, porque… nunca se sabe.

Ella en ese momento ha actuado como si volviera tras años de haber sido abducida y ha cambiado su semblante convirtiéndolo en una sonrisa encantadora. A lo que he respondido, y seguro que se ha notado, porque en ese momento se había establecido una comunicación rondando entre la sinceridad y lo entrañable: Gracias por aparecer por tu ventanilla, te lo agradezco de corazón… Ella sólo ha podido sonreírme, y tras unos segundos ha añadido: Ya perdonarás pero ahora hay tantas variedades de todo, que esto funciona así.
Y yo le he contestado ahora con un tono deliberadamente cariñoso: Funciona así, a pesar de todo… Mientras ella movía su cabeza como señal afirmativa, nos hemos reído los dos.

Fuera seguía haciendo un tiempo de perros, pero dentro del bar había salido el sol de las buenas intenciones…

*FOTO: DE LA RED


lunes, 27 de octubre de 2014

DÁNDOLE LA VUELTA A LA TORTILLA

Algunas veces la simple visita a un supermercado  o lo que se ha dado en llamar ahora una gran superficie, puede dar para mucho, incluso para plantearse dudas existenciales.
¿Por qué si en la sección de panadería vas a comprar la típica y simple barra de pan, y es la última, tienes un alto riesgo de que esté rota? Hoy concretamente he cogido las dos últimas barras, y no es que estuvieran las barras medio rajadas, sino que estaban totalmente “amputadas”. Se hubiera necesitado dos equipos de médicos panaderos para intentar juntarlas en una operación que se me antoja demasiado arriesgada y cara como para ser llevada a cabo.
En este tipo de casos la gente, es decir, nosotros, porque la gente está compuesta por muchos nosotros que al final se convierten en ellos, suele aplicar el axioma, y con perdón, “maricón el último”, también conocido como “el que venga por detrás que arree”.
Además si preguntas a cualquiera seguro que tiene una razón especial por la que ese pan roto no le debe de tocar a él. La misma razón por la que hace muchos años, en una parada del metro londinense, recuerdo eso sí que era la “línea roja”,  la llamada “circle line” que pasa por el mismo centro de la capital británica, bajábamos muchísima gente de los vagones, y nadie vio a una mujer que a gritos pedía auxilio sangrando de manos y cara. Total, que este vecino la ayudó con los servicios de emergencia y policía, y llegó a su cita dos horas más tarde, con lo que se quedó solo, y sin el posible ligue con el que había quedado, ya que en esa época, finales de los setenta, no había teléfonos móviles.
Mucho tiempo después y hablando con un amigo sobre el citado suceso, me preguntó si había realmente valido la pena el perder un ligue en potencia por ayudar a alguien. Sin dudarlo le contesté que eso no se puede ni plantear ya que cada uno reacciona, como cree que debe, y dado que su razonamiento solo se basaba en resultados, digamos que, prácticos, le dije que también se podía ver el asunto, como que había tenido dos horas de clases de inglés puro, ya que aunque parezca mentira no por estar en Londres vas a poder practicar inglés con ingleses, digamos que, de pura cepa. 
Si quitas la cantidad de gente que está intentando aprender inglés, o los que ni lo intentan y están allí ganándose simplemente las habichuelas, o los espaguetis, o el cuscús, todo depende de dónde sean, es posible que la población londinense quedara en la mitad. Lo curioso del caso es que este razonamiento le pareció mucho más coherente que el mero hecho de ayudar por ayudar. Desde ese mismo día ese amigo pasó a ser simplemente conocido.
Volviendo al caso de hoy, al de los panes rotos, e intentando ver la parte positiva, al menos no he necesitado comprar una docena de huevos, y que fueran los últimos que quedaran, porque posiblemente solo me hubieran servido para hacer tortilla, eso sí, en cualquiera de sus dos variantes:  francesa o española. Para que luego digan que no eres tú siempre el último que tiene la decisión. 
Y bien pensado, quizás venga de aquí la expresión “darle la vuelta a la tortilla”. Para que luego digan.

*FOTO: DE LA RED

martes, 7 de octubre de 2014

UN TIBURÓN LLAMADO ÉBOLA

No, hoy no voy a hablar de algo tan sencillo y español como la tortilla, porque no voy a hablar de “hacer una tortilla”, sino de “dar la vuelta a la tortilla”, que es otro concepto.
Y es que en pocas semanas hemos pasado de ser el Orgullo de Occidente, en lo que a protocolos sobre el ébola y a la repatriación de afectados se refiere, a ser la comidilla del mundo mundial, y a pisotearnos nosotros mismos la famosa marca España.
Para ahora, y lo digo para aquellos de mis lectores de ultramar, ya todo el mundo sabe que ha aparecido el primer caso de contagio de Ébola en España y en Europa, una auxiliar que atendió al misionero fallecido García Viejo, en el hospital Carlos III de Madrid.
Ayer la ministra de Sanidad, Ana Mato, compareció ante los medios de comunicación en una rueda de prensa después de confirmarse el citado caso. Mato explicó que "se ha puesto en marcha el protocolo de actuación" y que se está "trabajando para identificar la fuente de contacto". Asimismo hizo hincapié en que "se van a poner los medios necesarios para afrontar esta situación".
Lo que ocurre con la Señora Ana Mato es que nunca da seguridad de nada, porque, al menos delante del público, cámaras,o lo que sea que se le ponga enfrente, no demuestra capacidad de liderazgo, sino de que “pasaba por allí y me he encontrado con el problema”.
Una persona, la citada Señora Mato, salpicada en el caso Gürtel, y que, en su momento, no sabe dar explicaciones de que de dónde ha salido el dinero que pagó cuatro fiestas (tres de cumpleaños y una comunión) de ensueño y, como se diría en mi pueblo, a tutiplén, y se ampara bajo la figura de su exmarido, la verdad, no es en principio la más idónea para manejar una situación tan urgente.
De todas maneras, lo mismo que antes hablaba de algo tan español como la “tortilla”, también hay que hablar aquí de otro rasgo tan característico en nuestra idiosincrasia, como la “improvisación”.
De pronto, cuando van a repatriar al primer caso de ébola, hacen ver, el gobierno y las autoridades implicadas, como que entendemos de todo, y sin embargo,  todavía no se había decido a qué hospital llevarlo. 
Era una buena manera de hacer publicidad de lo nuestro y de nuestro standing “de salud pública”, por otra parte tan castigado en esta legislatura.
Se hablaba de protocolo de seguridad, cuando “seguridad” no hay ni una contra el ébola, y es  protocolo de prevención o de actuación. En Estados Unidos el citado protocolo es un “mamotreto” de más de cien páginas, mientras que en España a las personas que iban a estar en contacto con el paciente se les da una especie de cursillo de cuarenta y cinco minutos.
Uno no es un técnico en la materia, ni lo pretende, sino un mero observador, pero a simple vista se ven unas cuantas cosas chocantes. Por ejemplo, no es normal que la auxiliar, ahora infectada, al día siguiente de morir el paciente se fuera de vacaciones, cuando en el mismo protocolo se dice que las personas en contacto deben de estar una serie de días, unos veinte,  tomándose la temperatura  dos veces al día y siendo observadas.
Tampoco es de recibo que ella misma, cuando declara síntomas de dolores de cabeza, primer signo de la posible enfermedad, se tarde seis días en tomar una acción, ya que el pasado día 30, ella misma había alertado al servicio de riesgos laborales del hospital de que tenía fiebre, y es ella, otra vez, la que decide ir al hospital de Alcorcón (suroeste de Madrid) cuando sintió fiebre. Ahora hay treinta  personas que se encuentran bajo vigilancia, las implicadas en el caso del segundo paciente repatriado con ébola.
También se ha sabido, porque al final todo se sabe, que con respecto al traje, ese que nos parece de astronautas, que se utiliza en estos casos, debe de haber cuatro tipos diferentes, siendo el cuarto el más seguro, y el que aquí se utilizó es el segundo, obviamente de menor seguridad.
Ahora nos están intentando inculcar por todos los medios, de que está todo controlado y se está intentando dar sensación de seguridad.
Sin embargo a este vecino, sus allegados siempre le han tachado de malpensado, y qué queréis que os diga...Todo ésto me recuerda a la película “Tiburón”, de un todavía desconocido Steven Spielberg, en el que todo el interés del alcalde del pueblo, Amity Island, es que no se sepa de la existencia del tiburón blanco, porque peligraba el turismo del pueblo y principal sustento de su economía. ¿Parecido? Sí, ¿Pura coincidencia? No. 

*FOTO: DE LA RED

viernes, 16 de mayo de 2014

EL HUMOR, INCLUSO EN DONOSTI, NO TIENE PRECIO

A este vecino siempre le ha gustado el humor absurdo, para algunos, y lo mismo que a la hora de diferenciar una tortilla, distingues entre la española y la francesa, a ese tipo de humor le llaman humor inglés. Un ejemplo sería ese chiste en el que una persona va por el desierto cargada con un pesado ancla, y se cruza con otro, que muy perspicaz le pregunta: -¿Por qué va caminando cargado con eso tan pesado?- El otro con cara de dárselas de inteligente, le dice con cierto tono de superioridad: -Pues muy sencillo, porque así si me va a atacar un león, suelto el ancla y me voy mucho más rápido.-
Y la verdad es que muchas veces, sobre todo cuando estoy fuera de Donosti me acuerdo de este chiste.
Sé que hasta ahora no habéis entendido nada, pero, y lo bien que se lo está pasando este vecino, no tiene precio.
Y es que todos estamos muy orgullosos de nuestro querido Donosti, e incluso cuando estamos fuera, al acordarnos del marco incomparable, se nos puede escapar alguna lágrima. Pero todo empieza a cambiar cuando tras varios días de estancia en ese otro sitio, nada nos resulta más caro, sino al contrario.
Eso comentaba el otro día con un amigo, y él no me creía.
Hace pocas semanas este vecino del mundo a vuelto a ir a Madrid, y ni allí, la capital del reino,  le van a asustar a un donostiarra en cuestión de precios. ¡Ojo! Siempre teniendo en cuenta que uno no alterna en lugares de alto standing, ni en Donosti ni en ningún sitio. Por eso cuando uno sale de su “txoko”, la tristeza de alejarse del aire donostiarra es enjuagada por el hecho de que en la mayoría de las transacciones que hagas en tu vida diaria, siempre te salen más baratas, aunque coincidas en lugares veraniegos en pleno agosto. 
¡Ah! Habrá gente que mencionará, quizás, la excelencia de los “pintxos” de la Parte Vieja, y es probable que en el sitio que estés ahora no tengan los “pinchos”, o tapas, el pedigrí de ellas, pero seguro que serán más baratas, vaya lo uno por lo otro, e incluso al pedir un vino o una cerveza te sirvan con un tentempié a cuenta de la casa. Porque en Donosti, y no hablemos de ese experimento llamado “pintxo-pote”, al menos la experiencia de este vecino es que a lo único que te pueden invitar en cualquier establecimiento es a que te vayas.
De ahí lo de la travesía del desierto del chiste del comienzo, o del famoso refrán de que las penas con pan son menos. Sé que hoy no he sido políticamente correcto, pero las cosas son así. Una ciudad donde más de uno saca pecho porque tenemos la calle, como comentado el otro día (http://patxipe.blogspot.com.es/2014/04/un-trocito-de-shangri-la.html), más cara de España, y no se paran a pensar en el refrán que habla de las barbas del vecino, así nos va. Pero aunque no haya ningún estudio al respecto, y para compensar, seguro que tenemos también los pobres que comen las sobras más caras de España.
Me voy al médico a que me dé algo para bajar la tensión.

FOTO: DE LA RED