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viernes, 16 de mayo de 2014

EL HUMOR, INCLUSO EN DONOSTI, NO TIENE PRECIO

A este vecino siempre le ha gustado el humor absurdo, para algunos, y lo mismo que a la hora de diferenciar una tortilla, distingues entre la española y la francesa, a ese tipo de humor le llaman humor inglés. Un ejemplo sería ese chiste en el que una persona va por el desierto cargada con un pesado ancla, y se cruza con otro, que muy perspicaz le pregunta: -¿Por qué va caminando cargado con eso tan pesado?- El otro con cara de dárselas de inteligente, le dice con cierto tono de superioridad: -Pues muy sencillo, porque así si me va a atacar un león, suelto el ancla y me voy mucho más rápido.-
Y la verdad es que muchas veces, sobre todo cuando estoy fuera de Donosti me acuerdo de este chiste.
Sé que hasta ahora no habéis entendido nada, pero, y lo bien que se lo está pasando este vecino, no tiene precio.
Y es que todos estamos muy orgullosos de nuestro querido Donosti, e incluso cuando estamos fuera, al acordarnos del marco incomparable, se nos puede escapar alguna lágrima. Pero todo empieza a cambiar cuando tras varios días de estancia en ese otro sitio, nada nos resulta más caro, sino al contrario.
Eso comentaba el otro día con un amigo, y él no me creía.
Hace pocas semanas este vecino del mundo a vuelto a ir a Madrid, y ni allí, la capital del reino,  le van a asustar a un donostiarra en cuestión de precios. ¡Ojo! Siempre teniendo en cuenta que uno no alterna en lugares de alto standing, ni en Donosti ni en ningún sitio. Por eso cuando uno sale de su “txoko”, la tristeza de alejarse del aire donostiarra es enjuagada por el hecho de que en la mayoría de las transacciones que hagas en tu vida diaria, siempre te salen más baratas, aunque coincidas en lugares veraniegos en pleno agosto. 
¡Ah! Habrá gente que mencionará, quizás, la excelencia de los “pintxos” de la Parte Vieja, y es probable que en el sitio que estés ahora no tengan los “pinchos”, o tapas, el pedigrí de ellas, pero seguro que serán más baratas, vaya lo uno por lo otro, e incluso al pedir un vino o una cerveza te sirvan con un tentempié a cuenta de la casa. Porque en Donosti, y no hablemos de ese experimento llamado “pintxo-pote”, al menos la experiencia de este vecino es que a lo único que te pueden invitar en cualquier establecimiento es a que te vayas.
De ahí lo de la travesía del desierto del chiste del comienzo, o del famoso refrán de que las penas con pan son menos. Sé que hoy no he sido políticamente correcto, pero las cosas son así. Una ciudad donde más de uno saca pecho porque tenemos la calle, como comentado el otro día (http://patxipe.blogspot.com.es/2014/04/un-trocito-de-shangri-la.html), más cara de España, y no se paran a pensar en el refrán que habla de las barbas del vecino, así nos va. Pero aunque no haya ningún estudio al respecto, y para compensar, seguro que tenemos también los pobres que comen las sobras más caras de España.
Me voy al médico a que me dé algo para bajar la tensión.

FOTO: DE LA RED

viernes, 7 de septiembre de 2012

BRIAN DE PALMA A LA DONOSTIARRA



Uno de estos días en que uno está más solo que la una y que no te queda más remedio que hablar contigo mismo, me preguntaba, que partiendo de que mi vida fuera una película, quién me gustaría que la dirigiera.


Tras pensar un buen rato y teniendo presente que ya muchos días nuestra vida parece muy similar a las aventuras de un Berlanga desenfrenado, mis pensamientos y gustos se encaminaron en primer lugar hacia Hitchcock, amo del suspense, pero para regir mi vida quizás demasiado academicista y clásico, por lo que entonces apareció en mi mente Brian de Palma, con unas historias a lo Hitchcock pero pasadas por un tamiz vicioso y anfetamínico, con una saturación de colores rayando en el colocón.


Pasear por las salas de un Museo de San Telmo persiguiendo a una ninfómana desconocida, con la cara y cuerpo de Angie Dickinson, mientras un asesino se viste para matar, ya no se hace tan raro después del caso de la concejala de la provincia de Toledo, cuyas escenas íntimas han sido desveladas por internet por el malo de su película.


Tener, en la Avenida de Isabel II, una vecina que trabaja como doble de cuerpo, y que sale todas las noches al balcón, con la cara y cuerpo de una jovencísima Melanie Griffith, solo vestida con un tatuaje en sus nalgas, mientras presencia un asesinato en la casa de enfrente.


Cada vez que este vecino del mundo ve por televisión a Antonio Banderas, siempre se acuerda de la mariposa varada en las nalgas de la Melania americana, y si seguirá en ellas, o era solo fruto del maquillaje para aquella película.


Tener el trabajo de un John Travolta como técnico de sonido, en busca de una voz para finalizar una película, y encontrarse con una virginal Nancy Allen que le causará el mayor impacto de su vida, pero cambiando el desfile del 4 de Julio, por la tamborrada de la víspera de San Sebastián y una abarrotada parte vieja donde no sería fácil escapar de las garras de un asesino.


No importa el director que fuera, pero incluso un Polanski podría rodar otra película con un frenético Harrison Ford, en muchas de esas buhardillas con aire francés que vigilan al Urumea.


Aparte del nombrado hasta el aburrimiento “marco incomparable”, tenemos un gran plató en nuestras calles y montes del que todavía no somos conscientes, quizás porque seguimos esperando al amigo americano. Pero esa ya es otra película.


*FOTO: DE LA RED