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sábado, 6 de octubre de 2018

LA CADUCIDAD DEL PARIPÉ



Dos de la tarde de hoy sábado en uno de los supermercados de EroskI. Todos, trabajadores y clientes con prisa porque en treinta minutos se cierra. Una de las cajeras pregunta en voz alta pero sin gritar: ¿Alguien ha visto una mariconera?


Este vecino del mundo, con ganas de guasa, pero siendo consecuente con las tendencias actuales, y con ansias, lo reconoce, de ganarse alguna batallita personal, vistiendo cara, eso si, de la más pura inocencia comenta: Ahora no será políticamente correcto decir “mariconera”, verdad?. Además, bien pensado…¿Cómo se dirá? Mariconera, mariconero, mariconera y mariconero…

Más de uno, y una, me han mirado y han abierto la boca en ademán de contestar, pero como si les fallara el aire, la han cerrado, y mirado hacia otro lado, como quien intuye que tiene que huir de una zona muy peligrosa, o cuando menos con cierto miedo a una cámara oculta.

Hace mucho tiempo que en España se confunde el sentido del humor con la falta de tacto. Y muy al contrario, en plena dictadura franquista una revista satírica llamada “La Codorniz”, toreaba (verbo también ahora difícil de declinar) todos los temas , sin que la censura le pudiera meter mano. Por cierto, revisando muchos de sus chistes, valdrían para nuestra situación actual. Quizás, sea verdad eso de que "no hay nada nuevo bajo el sol", aunque tal vez los nuevos o los novatos siempre somos nosotros.

Cuando pones una lupa sobre los cierres falsos, las costuras resaltan a la primera, y en nuestra sociedad actual el paripé de hoy deja paso indefectiblemente al paripé del mañana, y las fibras del velcro que las une y desune se van acumulando en la epidermis de nuestra moral, haciéndonos sin duda mucho más maleables y manejables, si es que eso ya le sigue importando a alguien...

*FOTO: DE LA RED

miércoles, 19 de octubre de 2016

EL EXTRAÑO CASO DE LA MUJER OLVIDADIZA




Algunas veces la vida te regala con unos granos de humor del bueno, de ese que tras una sonrisa te deja un poso de amargura que te va a dar qué pensar, que para sí lo hubieran querido tanto Don Miguel Gila, como los mismísimos Tip y Coll.


Hoy, miércoles, seis de la tarde en un supermercado de Donosti.


Llego a la zona de las cajas con el carro casi lleno, y me apresuro a decidir, apenas en unas décimas de segundo, en qué caja voy a desembarcar mis compras.


He tenido suerte y en una de las filas solo hay una mujer que ya está cargando las compras, pocas, en una bolsa. Tras ella hay una señora de edad avanzada sentada en una silla de ruedas. No sé si van juntas, pero observo que la señora mayor no lleva cosas para pasar por la caja. 


Termina la primera, paga y comienza a irse, ya da dos pasos para alejarse. La cajera como si la señora mayor no existiera me mira con una sonrisa, dándome a entender en qué me puede ayudar. Con cara de confusión, le pregunto: -¿La señora?- mientras apunto a la espalda de la señora en silla de ruedas.
En ese mismo momento la señora que se alejaba, como si hubiera sido electrocutada pregunta en alto, pero para sí misma:- ¡¿Señora?!- Y da un giro de ciento ochenta grados que para sí lo hubiera querido el mejor Cristiano Ronaldo.


Al darme cuenta de la situación,  y con el sólo ánimo de teñir el extraño momento con un poco de humor, ya que en situaciones embarazosas tiendo a empatizar con el que las está pasando canutas, he comentado:  -Por un momento he pensado que ahora se venden señoras en el super.-  La mujer olvidadiza, medio cabreada, medio sorprendida, repite en un tono neutro, pero a modo de pregunta: -¿Vender señoras en el super?

Con la sola intención de explicarle el chiste, le aclaro: -Ésto es un super y veo a una mujer en un carro…


La mujer sorprendida en el despiste, comienza a ponerse muy roja y me ataca diciendo: -Usted debería de tener un poco más de educación.


Intentando que la escena no fuera a más, y con una sonrisa en los labios para demostrarle que mis palabras sólo eran de fogueo, y que en ningún momento había pretendido “matarla” le digo: -Le recuerdo que no he sido yo el del olvido.


Y cuando ya el termómetro de la cara de la señora había alcanzado más de cincuenta grados, y parecía que estallaría en cualquier momento, se oye la voz de la señora en silla de ruedas, mientras le mira a la primera, que sentencia lo que yo acababa de decir con un: -¡Eso!


Lo de Fernando Alonso en sus mejores momentos en Renault ha sido poco para la velocidad que han alcanzado las dos señoras mientras desaparecían.



Cuando la joven cajera terminaba de atenderme, he comprobado una vez más que la cara es el espejo del alma. Y el alma de la joven se estaba preguntando si había visto lo que había visto.


*FOTO: DE LA RED


lunes, 27 de octubre de 2014

DÁNDOLE LA VUELTA A LA TORTILLA

Algunas veces la simple visita a un supermercado  o lo que se ha dado en llamar ahora una gran superficie, puede dar para mucho, incluso para plantearse dudas existenciales.
¿Por qué si en la sección de panadería vas a comprar la típica y simple barra de pan, y es la última, tienes un alto riesgo de que esté rota? Hoy concretamente he cogido las dos últimas barras, y no es que estuvieran las barras medio rajadas, sino que estaban totalmente “amputadas”. Se hubiera necesitado dos equipos de médicos panaderos para intentar juntarlas en una operación que se me antoja demasiado arriesgada y cara como para ser llevada a cabo.
En este tipo de casos la gente, es decir, nosotros, porque la gente está compuesta por muchos nosotros que al final se convierten en ellos, suele aplicar el axioma, y con perdón, “maricón el último”, también conocido como “el que venga por detrás que arree”.
Además si preguntas a cualquiera seguro que tiene una razón especial por la que ese pan roto no le debe de tocar a él. La misma razón por la que hace muchos años, en una parada del metro londinense, recuerdo eso sí que era la “línea roja”,  la llamada “circle line” que pasa por el mismo centro de la capital británica, bajábamos muchísima gente de los vagones, y nadie vio a una mujer que a gritos pedía auxilio sangrando de manos y cara. Total, que este vecino la ayudó con los servicios de emergencia y policía, y llegó a su cita dos horas más tarde, con lo que se quedó solo, y sin el posible ligue con el que había quedado, ya que en esa época, finales de los setenta, no había teléfonos móviles.
Mucho tiempo después y hablando con un amigo sobre el citado suceso, me preguntó si había realmente valido la pena el perder un ligue en potencia por ayudar a alguien. Sin dudarlo le contesté que eso no se puede ni plantear ya que cada uno reacciona, como cree que debe, y dado que su razonamiento solo se basaba en resultados, digamos que, prácticos, le dije que también se podía ver el asunto, como que había tenido dos horas de clases de inglés puro, ya que aunque parezca mentira no por estar en Londres vas a poder practicar inglés con ingleses, digamos que, de pura cepa. 
Si quitas la cantidad de gente que está intentando aprender inglés, o los que ni lo intentan y están allí ganándose simplemente las habichuelas, o los espaguetis, o el cuscús, todo depende de dónde sean, es posible que la población londinense quedara en la mitad. Lo curioso del caso es que este razonamiento le pareció mucho más coherente que el mero hecho de ayudar por ayudar. Desde ese mismo día ese amigo pasó a ser simplemente conocido.
Volviendo al caso de hoy, al de los panes rotos, e intentando ver la parte positiva, al menos no he necesitado comprar una docena de huevos, y que fueran los últimos que quedaran, porque posiblemente solo me hubieran servido para hacer tortilla, eso sí, en cualquiera de sus dos variantes:  francesa o española. Para que luego digan que no eres tú siempre el último que tiene la decisión. 
Y bien pensado, quizás venga de aquí la expresión “darle la vuelta a la tortilla”. Para que luego digan.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 20 de julio de 2013

BUSCADORES DEL EDÉN


Siempre se ha dicho que si estás esperando a la musa, para practicar alguna de las artes, es preferible que te pille trabajando. En mi caso se ha demostrado en múltiples ocasiones que sé dónde están mis musas, y por eso cada vez que se me resiste alguna idea, o más bien ando escaso de ellas, me doy una vuelta por el supermercado que está cerca de casa, y siempre vuelvo con algo.

Tenía miedo de confesar eso, porque tal como están las cosas cualquier día se inventan algún impuesto por desgaste de musa o algo parecido, y tenemos que dejar hasta las pestañas.

Visto en las estanterías, ahora se lleva la mezcla de todo. Quiero decir, la chispa de la vida, cada día es menos chispa, porque le han quitado de todo a la bebida americana, y ahora la disfrazan, solo durante un tiempo, según la publicidad, de “cherry”. Este vecino se imagina que así cobran más que anunciándolo como simple “cereza”.

En realidad, ya nada es nada, desde que embotellaron el agua con diferentes sabores: naranja, limón...

Lo mismo ocurre con los sentimientos. La misma alegría se puede llenar de lágrimas, o al revés.

Hoy mismo aparecen en los periódicos digitales unas declaraciones del último ganador del concurso “Pasaplabra” en la cadena alegre, Juan Pedro Gómez, y tras batir todos los registros del máximo de dinero conseguido en un concurso en España, 1.674.000 euros, dice que “no le da para retirarse”.

Hay que añadir un pequeño detalle a todo esto, además, y es que el citado concursante llevaba cuatro años en el paro, tiempo que ha aprovechado para aprenderse el diccionario y presentarse a varios concursos de televisión.

Este vecino quiere creer que estas desafortunadas declaraciones son el producto consecuente al repaso que le ha dado Hacienda, y que se habrá llevado casi el cincuenta por ciento de lo ganado.

Es como si a todos los buscadores del Edén, el que más cerca, por dinero,  ha conseguido llegar, diga que el Edén no existe, que es una leyenda urbana.

Desde estas líneas al ya ex-concursante le aconsejaría, desde la distancia que dan los años ya cumplidos, que no hay que pensar en el futuro, porque éste nunca llega, solo se acerca disfrazado de ayer y de hoy. Y en el caso de que el futuro existiera, lo mejor sería recibirlo en buenas condiciones desde el presente, y para eso, para el presente, digamos que el destino en esta ocasión, al menos, le ha equipado bien.

Que el dinero no da la felicidad, es probable, pero que no lo diga el primer día de haber llegado a ese club de escogidos por el destino, porque es como si nos dijera que ni los Reyes Magos ni el Ratoncito Pérez existen, porque siempre nos lo hemos imaginado, pero con ellos la realidad es mejor.


*FOTO: DE LA RED