Al
levantar la persiana de la ventana esta mañana, el vecino del mundo
se ha sentido por un momento como se debió de sentir, y salvando las
distancias, Noé después de los cuarenta días y sus respectivas
noches lloviendo.
He
podido comprobar que tras los muros, mis muros, sigue existiendo lo
que todavía recordaba como vida.
No
sé si nosotros hemos sido influenciados por el tiempo meteorológico,
o es él en cierta manera el que marca nuestra manera de ser, pero
ambos están desatados.
Lo
de “llover a cántaros” estos días pasados se ha transformado en
llover a “grandes tinajas”, lo mismo que nuestra manera, la de la
sociedad actual, en comportarse.
Desde
mi atalaya puedo apreciar que las actitudes ahora están muy
marcadas. Todo es único. Hay tiempo para todo, pero no se mezclan
los temas.
Cada
mes futbolístico hay un partido del siglo. Muchas canciones son la
mejor canción de la historia. El último estreno en el cine puede
ser la película definitiva. En realidad es un claro truco
consumista el que no hace que miremos para atrás, ni al futuro.
Estamos a lo que estamos y lo que hemos adquirido, pensado, sentido,
es lo mejor de todo del ahora naturalmente.
Quizás
nos estamos contagiando del pez, en lo que a su memoria se refiere, y
solo recordamos unos segundos, los de ahora.
No
importa ni el ayer, totalmente obsoleto, ni el mañana, porque éste
nunca llega. Es demasiado esperar.
Y
si para el bolsillo es un no parar, desde el punto de vista de los
sentimientos el panorama es árido, con un pasado que ya no cuenta, y
por eso es mejor no pensar en ello, y un futuro que a quién le
importa porque quizás mañana ya no estaremos.
Quizás
uno de los grandes males de la sociedad actual, al menos visto desde
la atalaya del vecino del mundo es no tener en cuenta al pasado para
aprender de esos errores y así no volver a cometerlos.
Es
una lástima cuando figuras como Mahatma Gandhi, Leonardo Da Vinci,
Marie Curie, Martin Luther King..., solo son personajes que alguna
vez hemos visto en el cine o en algún reportaje de la televisión.
Es triste una sociedad que transforma a personas en personajes porque
quizás en el proceso se pierde el alma, o como en aquel anuncio
(tristemente por siempre la publicidad), la chispa de la vida.
*FOTO: DE LA RED