miércoles, 16 de enero de 2013

EL ROSTRO QUE DIOS LES HA DADO


Recordando las navidades pasadas, todos aprovechamos esas fechas para en cierta manera volver a nuestros orígenes. Personalmente es en esos días cuando uno verdaderamente se da cuenta de cómo pasa el tiempo al comprobar cómo han ido envejeciendo esos amigos de patio de colegio, y a los que solo ves de Pascuas a Ramos, y por lo tanto no les quieres amargar el momento, diciéndoles cuanto han engordado o avejentado.
Pero lo peor para tí no es eso, sino que te das cuenta que a ellos les debe de pasar lo mismo contigo, y tampoco te lo dicen, con lo cual tu conciencia queda tranquila por aquello del “ojo por ojo”.
Hay frases para todo, y eso quiere decir que siempre ha habido alguien que ha estado antes en tu misma situación. Bien pensado, es triste que ni podemos ser originales en nuestras interioridades. Es lo mismo que cuando vas al monte y te pierdes, y de pronto encuentras un paisaje idílico, perdido de la mano de Dios, y de pronto en la corteza de un árbol cercano encuentras la inscripción “José y María”, acompañada de un corazón con una flecha, y una fecha, que te informa que alguien estuvo allí hace más de veinte años.
Por otra parte, y en esta vida que llevamos, que hagamos lo que hagamos con ella es de todo menos original, conviene no dejarse nada en el tintero de los sueños, e intentar realizarlos cuanto antes, porque nuestros recipientes en el mercado de la vida, no llevan, aunque lo tengan, fecha de caducidad, y cualquier día saltará la desagradable sorpresa.
Hace unos días llegó hasta la atalaya de este vecino del mundo, una frase del filósofo alemán Albert Schtweizer:
Con veinte años todos tienen el rostro que Dios les ha dado; con cuarenta el rostro que les ha dado la vida y con sesenta el que se merecen.
¡Vamos! Esta frase la podía haber patrocinado la mismísima Dirección General de Tráfico por aquello de “las imprudencias se pagan”.
Para bien o para mal estoy totalmente de acuerdo con él, por lo que llevo varios días, y los que me rondarán, que me tomo la vida con calma, y filosofía, y nunca mejor dicho por venir la idea de quien viene.
La verdad es que la mejor crema facial que existe es llevar una buena vida sabiendo encajar los buenos y los malos momentos, porque en cuestión de todo tipo de cremas, incluidas las de “anti-edad”, solo hacen milagros a las modelos de los anuncios, que dicho sea de paso no tienen más de veinte años, y... el rostro que Dios les ha dado.

*CUADRO: "Joven mujer maquillándose" de Berthe Morisot.

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