Aprovechando el buen día de ayer, y para mantener en forma el interior y el exterior, me puse ropa deportiva, por aquello de que el hábito hace al monje, y dirigí mis pasos bordeando el Urumea, y cruzando el Boulevard adentrarme por el puerto hasta el Paseo nuevo y desde allí cerrar el círculo. Un día precioso, o como se diría antes, un día de los cielos, aunque no había ningún ángel, o al menos ninguno se me identificó, aunque quizás....mejor así.
Por cierto, siempre se ha dicho que los ángeles no tienen sexo, sin embargo, nosotros, como hombres me refiero, si nos hablan de alguien a quien no conocemos y nos dicen que es como un ángel tendemos a imaginarnos a una mujer.
Bueno...,estábamos ya volviendo por el Paseo nuevo, mientras me emborrachaba de azul donosti, aunque sobre el asfalto había sirimiri de guiris; el número de turistas extranjeros no inundaba pero calaba en el entorno.
Llegando al puente del Kursaal, como en una película, la música empieza a tener relevancia tras unas notas que apenas son un esbozo. Dos músicos callejeros, yo diría que rumanos, se atreven con What a wonderful world, y efectivamente el mundo a nuestro alrededor sin duda parece, sino maravilloso, al menos bastante mejor.
Estos sastres de melodías presuntamente curtidos en mil batallas, comparten su arte, simbolizado en un clarinete y una trompeta, para recordarnos retales de nuestra vida.
Muchos de los viandantes, entre los que me incluyo, comienzan a convertirse en suecos, aminorando su velocidad mientras fingen mirar el paisaje cuando en realidad se están emborrachando de sentimientos en vena.
A mi espalda va quedando la orquesta en maqueta, mientras pienso lo bien que te tienes que sentir tras crear una melodía como esta, o como la anterior. Saber que tu vida va a trascender y fundirse en el alma de los demás, como cenizas esparcidas tras un funeral. Vidas sin banda sonora serían como un matrimonio sin amor, como un mimo que expresa sus sentimientos chillando, pura contradicción.
Siempre pensamos en que ya no podríamos vivir sin los adelantos técnicos que vamos acumulando, como por ejemplo, el teléfono móvil. Pero, no nos hemos parado a pensar qué haríamos sin esas melodías que nos hacen aflorar lo mejor de nosotros.
Mientras se adivinan notas de My way, voy llegando al Reino de Amara, del cual soy unos de sus súbditos y enamorado. Atrás han quedado un cúmulo de sentimientos pegados a un pentagrama virtual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario