No hay nada tan frío como una
habitación de hotel. Y te devuelve solo lo que quieres darle: Alegría por los
días que te quedan en ese viaje. Grandes expectativas, o quizás la
desesperación de no haber sido recibido como creías que merecías.
Esa habitación de hotel,
concretamente esa en la que estás pensando, quizás fue el gran error de tu
vida. Nunca debiste ir, porque sabías que él no te quería. Te engañabas
pensando en que cuando te conociera se enamoraría locamente de ti. Pero él ya
te conocía, y no le gustabas, ni mucho menos te amaba. Deseaba tu templo, invadirlo, otra
conquista.
Tampoco buscabas amor,
quizás comprensión, o simplemente el constatar que vives, que alguien te mira,
que a alguien le importas, mientras tomas el café de después de haberlo hecho,
la coartada de que no había prisas. Ya solo queda esa habitación de hotel,
copia de otras mil habitaciones con otras tantas historias de prisas y
coartadas sentimentales. La soledad eres tú, está en ti. Lo demás son
accesorios de muñeca a coleccionar para convencer a los demás, para convencerte
que sabes lo que haces.
No hay nada tan frío como
una habitación de hotel. Una estación de trenes humanos entre dos servicios
diferentes. Ni nada tan impersonal que la decoración de esa habitación. Nada
recargada para no agobiar, ni familiar para luego no extrañarla. Esa habitación
es lo más parecido a esos pañuelos de papel, preparados para no herir en el
roce, blancos para nunca ser recordados. Porque en este caso, el blanco no es un
color, es la ausencia del color, la falta de sentimientos en un lugar
políticamente correcto, que te da lo que le das, que nunca te recordará porque
no querrás ser recordado.
No hay nada más triste que
una habitación de hotel. Decorada para ser olvidada. Empleada para ser armario
de vidas en una continua búsqueda; archivador de historias, con número en la
puerta incluido. Cárcel de alegrías vanas, decorado de historias sin guion, de situaciones imposibles en
momentos inadecuados.
No hay nada más triste que
una habitación de hotel, y tú en ella.
*CUADRO: Habitación de hotel, de Edward Hopper.
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