En mi post del día 2 de Octubre comentaba las ganas que tenía de ver la nueva película, y hasta hace muy poco
inesperada, porque se había despedido del cine, de José Luis Garci, “El crack cero”, una especie de precuela de las anteriores “Crack”, vehículo de gran éxito
para un Alfredo Landa en aquel momento cambiando de piel, o de imagen, que vaya
usted a saber.
Antes de nada, y para abreviar, para los incondicionales de
las dos primeras, que por razones de calendario, muchos no volvemos a cumplir
los sesenta, digamos que no defrauda en absoluto, sino al contrario. Da ganas
de pasar por taquilla, no comprar por internet, no, sino de pasar por
taquilla a modo de homenaje al cine de entonces, y pedir ya una entrada para la
siguiente historia que nos cuente, sea precuela o secuela, porque siempre
“cuela” lo que sea que nos vuelva a contar
el Señor Garci con Germán Areta dentro.
Rezuma añoranza, de acuerdo, pero quizás se trataba un poco
de eso, porque después de más de treinta años, los incondicionales de entonces
algo de añoranza tenemos que tener, no a la época, sino a los personajes y
consecuentemente al hábitat en que vivían. Y en realidad, desde la ventana en que
ahora miramos, el hoy, “las cosas”, las historias, siguen siendo iguales, e
incluso se les puede poner el sello de “y no aprendemos”.
El Señor Garci, una vez más nos da una lección de cine, y
no se regodea en ello, sino que nos muestra “lo imprescindible”, con diálogos
redondos, de un guion en el que también forma parte, junto con Javier
Muñoz, con frases cortas y rotundas que pudieran formar parte de un
Twitter para aventajados en lo que sólo se dice lo que se quiere decir y
porque se tiene que decir.
Carlos Santos, muy bien en el papel principal, de un Areta
que no tiene que dar explicaciones a un Alfredo Landa, que seguro que hubiera visto
con buenos ojos el devenir de su personaje, y por lo que se comenta, también ha
tenido el visto bueno de sus hijos, que no es imprescindible pero siempre es
mejor.
Miguel Ángel Muñoz, y quizás se lleva, a la postre, la parte del león,
con un personaje, “El moro”, en las dos anteriores entregas interpretado por un
Miguel Rellán en un personaje que en parte le encumbró en su carrera de sólido
actor de reparto, al que ahora el Señor Muñoz le da otro toque, como de tecla
desafinada en una sinfonía que parece que va de otro rollo, pero en la que él se sabe
hacer querer con esa imagen de marginado no a su pesar, sino a su querer.
No hay que olvidar a un Pedro Casablanc cogiendo el papel
que en las anteriores pelis, interpretaba un recordado José Bodalo, y no sólo
no desmerece, sino que lo hace fácilmente suyo, siendo el eslabón que por
siempre unirá a Germán Areta con su pasado en la policía.
A resaltar los personajes femeninos, con esa tan especial
secretaria, Molly, inequívoco nombre para una novela negra, una gran Luisa Gavasa.
Y ese reparto tan femenino, machista y sufrido encabezado por Patricia Vico y
Macarena Gómez, dos mujeres enganchadas de un mismo hombre al que nunca veremos
pero que en realidad será el desencadenante de la aventura. Cayetana Guillén
Cuervo como una madame encargada de disfrazar con cierto glamour las más viejas
pasiones y aprovecharse de ellas. Y María
Cantuel, dulce y delicada novia de Germán Areta, y cuyo destino indudablemente,
sabemos desde el principio los fans de las dos pelis anteriores, que forjará por
siempre parte de la personalidad del Areta del después.
Tal como están las cosas actualmente, película no
políticamente correcta donde se retrata una sociedad especialmente machista, y
donde gusta y se habla mucho de boxeo. Pero es que esta sociedad de ahora hace
menos de cuarenta años era así, y Garci retrata un universo de cine negro, eso
sí a la española, y donde tiene la humorada de invitar al propio Humphrey Bogart
en alguna escena, aunque sea como cameo de escayola. Y es que el Señor Garci
sabe como nadie sazonar historias negras con gotas de humor a modo de
desengrasante.
Si a todo lo anterior se riega con la banda sonora que en
su día creó Jesús Gluck, y en algún momento se retrata al Madrid navideño de antes,
tenemos una película nada despreciable para los seguidores de Areta (nunca
conviene olvidar que era el segundo apellido del Señor Landa, Don Alfredo) y
del siempre académico José Luis Garci, todavía en un estado de gracia
envidiable. Película que debería ser estudiada en cualquier escuela de
cine que se precie.
Aunque pueda oler a naftalina para algunos, es cine del
bueno que no necesita una visión concienzuda, aunque eso sí, pueda tener varias
pieles como la cebolla, y alguna te pueda incluso humedecer los ojos de tu
memoria.
*FOTO: DE LA RED