En la época en la que ha surgido la “posverdad” a la
verdad le han puesto los cuernos disfrazados de trenzas y peinados al revés.
Los niños ya no juegan al columpio intentando llegar a la
luna, directamente tripulan naves
espaciales más allá de Orión y del blade runner de turno en su video juego
pirateado.
En los días en los que continuamente al hablar en público se diferencian los sexos, a todos les espera la misma indiferencia.
Ahora que se ha inventado el master de línea
blanca, no se puede pedir sueños inmaculados a almas torpedeadas mil veces con
publicidad negra. La felicidad se dice que está sobrevalorada para impedir que
busquemos el Edén soñado. Ya no hay un solo muro, sino muchos y de diseño, por
supuesto a pagar por el más pobre.
Sin un despertar que comience por reconocernos a nosotros
mismos frente a nuestro espejo con un pensamiento libre y propio, no podremos distinguir
a los "replicantes" disfrazados de Moisés en el viaje a su “nuestra-tierra-prometida”, y que está al otro lado de ese telón de nubes negras populistas que les rodea y que nunca han querido convertirse.
Respirar verdad cada vez es más difícil en un mundo en el
que las niñas ya no desean ser princesas, sino a tener millones de seguidores
en su Instagram, mientras en sus fotos siempre se perfilan con morritos amorosos
ofrecidos a la nada. Y los niños, siempre más perdidos que ellas, quieren los televisores más grandes para verse un día triunfando en el equipo de fútbol
que les llevaría al estrellato.
Hay días en los que te despiertas buscando la luz, y
otros, tristemente la mayoría, en los que ya te levantas con tus zapatos de
bailar la música que los de siempre han decidido que se lleva, con los pasos de baile marcados
de antemano.
Hay días que son noche y su banda sonora es la soledad.
*FOTO: DE LA RED