¡Estoy contento! Sí, estoy contento. Ayer me enteré a
resultas de esas frases lapidarias que últimamente se pueden oír por los medios
de comunicación, en la televisión en este caso, que soy mucho más joven.
No es que estuviera viendo la “tele”, sino que más bien estaba
enfrente de ella con la mente en ni se sabe qué planeta, cuando oí en un
programa, que "los cuarenta de ahora son los antiguos veinticinco".
Automáticamente mi mente aterrizó de su viaje interestelar, y esa vocecita que
nos habla a todas horas, con la misma personalidad que aquella que te dice “su
tabaco, por favor”, hizo cálculos inmediatos y me dijo: “si hay que quitar
quince años, ahora tienes cuarenta y tres”.
Todo un mundo por delante. Ahora sí que estoy perdido,
porque este vecino del mundo ya había hecho cálculos, y dicho el consiguiente
¡virgencita, que me quede como estoy!, ya había elegido vivir por la sombra y
que los toros de la vida torearan los jóvenes. Pero en un pispás me han
cambiado el mapa vital, y ahora estoy más perdido que Kiko Rivera en una
biblioteca.
De todas maneras, en un mundo, el actual, donde la publicidad
tiene mucho peso, vivimos regidos por frases. Desde las tristemente recordadas “hemos
vivido por encima de nuestras posibilidades” y la aparición de los famosos “brotes
verdes”, todo son frases que nos dirigen a un lugar que en realidad no es el
nuestro. Una especie de éxodo, ahora que se ha puesto otra vez de moda la
historia de Moisés, a un lugar al que nos quieren llevar que me da que no es la
tierra prometida, sino más bien la vuelta atrás a ser esclavos.
Ya le dijeron a mi madre cuando nací, que había tenido un
niño malpensado, y con los años no he cambiado. Cuando te sueltan mensajes que
parece que caen del cielo, hay que plantearse el por qué.
Como buen cinéfilo hace tiempo aprendí que si un
personaje, por ejemplo, empieza poco a poco a toser, ya se sabe que cuando
menos va a tener un grave problema de salud que le va a complicar la existencia
en la película, porque en una historia con un metraje determinado solo se incluyen las cosas verdaderamente importantes para la trama. Por eso, nada más enterarme de que tengo quince años menos, lo
primero que pensé fue: Espero que ni Rajoy ni sus ministros se
hayan enterado, porque entonces nos ponen la jubilación como regalo a los
ochenta años.
Si desde el punto de vista empresarial ya somos viejos para los
cincuenta, nos pasaremos treinta años como unos zombis en vida, mendigando por
un lugar en el que ubicarnos.
*FOTO: DE LA RED
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