En estos días cercanos a la Navidad siempre se ha puesto el acento en promocionar los gestos de ayuda a todo tipo de causas, y
siempre me ha parecido bien: ayudar a familias sin recursos para que estas fiestas
sean menos tristes; a niños tanto de España como del extranjero para que no se
sientan discriminados con los juguetes…
Lo que ocurre es que en estos momentos en el que “la
cosa que está muy mal” sigue siendo motivo de conversación un día sí y
el otro también, se está poniendo en marcha todo tipo de cooperación ciudadana.
Desde Donosti, que es desde donde este vecino del mundo escribe, la semana
pasada fue de ayuda a los Bancos de alimentos (que por
cierto, con las ya connotaciones negativas que tiene la palabra “banco”
deberían de buscar otro nombre para denominarlos), y en todo tipo de tiendas
había grupos de personas desplazadas al efecto que te daban unas bolsas de plástico, para
que mientras hacías tu compra, colaboraras comprando para los citados bancos de
alimentos, cierto tipo de productos no perecederos que ellos te aconsejaban al
entrar, y al salir del establecimiento les entregaras “tu buena causa”.
Esta semana ya acabo de leer que Cruz Roja lanza una
campaña de recogida de juguetes para niños y niñas en dificultad social, y que
conste que me parece bien, pero… ¿no va siendo hora de que salgamos a la calle
OTRA VEZ para mostrar nuestro malestar con el proceder, o no, que nunca se
sabe, de este gobierno que no cumple con sus deberes?
El gobierno actual ha hecho lo más fácil, aunque ellos
con cara de pena dicen que es lo más difícil, pero que la culpa es de Zapatero,
y nos han recortado hasta las ganas de vivir. Y todas esas carencias, con tanta injusticia social, que nunca
han sido negociables, sino por decretazo, tienen que ser suplidas desde otro
lado, y me temo que desde el lado del forro de nuestros bolsillos.
España nunca puede ser sospechosa de no ayudar a nadie.
En nuestro ADN ya tenemos incluido el ayudar a todo tipo
de causas.
Los nacidos en los cincuenta recordaremos esa hucha con
forma de niño africano, o asiático, que nuestro “profe” tenía en su mesa para
que ayudáramos al Domund. Ahora parece que el “domund” lo tenemos instalado en
nuestra propia casa. Con lo cual, “nuestra alarma” para que nos parezca que ayudamos mucho es difícil
de que suene, porque estamos acostumbrados, incluso con nuestros propios
órganos, siendo, en cuestión de donaciones, los primeros a nivel mundial.
A todo eso hay que añadir la famosa “ayuda” a los bancos
para que reflotaran en lugar de “su” economía, la nuestra.
Muchas veces tomo como base la filosofía de mi madre, una
más de los famosos niños de la guerra civil que se tuvo que curtir en tierras
francesas para salvar su vida. Y mi madre siempre ha dicho eso de que “una
ubre da lo que da, y llega a donde llega”, y la nuestra, junto con
nuestra moral, ya está depauperada.
Y hoy en lugar de terminar con una especie de conclusión
final, me voy a tomar una licencia, y voy a acabar con una pregunta, que en
realidad no espera respuesta, pero que si la hay, será bien recibida.
¿No estaremos, también, ayudando por encima de nuestras
posibilidades?
*FOTO: DE LA RED
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