A medida que el año llega a su fin, parece que el tiempo,
como en el baloncesto, es el de la basura; o como en la Lotería de Navidad, se
van sacando las últimas bolas del bombo sabiendo que en realidad los premios
principales hace tiempo que salieron.
Y quizás, además, estemos más tranquilos, porque en estos días de fiesta los políticos de turno no estén enredando. Al final, habrá que pagarles para que no hagan nada (aunque muchos seguro que “eso” ya lo pensamos normalmente), porque cada vez que se ponen en acción, la lían.
Y quizás, además, estemos más tranquilos, porque en estos días de fiesta los políticos de turno no estén enredando. Al final, habrá que pagarles para que no hagan nada (aunque muchos seguro que “eso” ya lo pensamos normalmente), porque cada vez que se ponen en acción, la lían.
La Nuri, mi sufrida, y yo, como ya tenemos los hijos mayores,
este año hemos optado por irnos a un cotillón, disfrazados. Mi disfraz es fácil,
cómodo y además me puede traer ventajas…Voy a ir disfrazado del Pequeño Nicolás. Con una simple chaqueta
azul, en mi caso, además, peluca morena, y camisa blanca, asunto resuelto.
Lo de las ventajas del disfraz iba porque seguramente
todo el festín me salga gratis, eso, si me meto bien en el papel y actúo como
presuntamente lo hace él. Incluso, es probable que gane dinero. El único
inconveniente es que el personaje real siempre ha tenido a alguien “dentro”, y
yo no conozco a nadie de la organización. Pero, con dos copas y alegría…todo se
andará.
Con respecto a La Nuri, ella estaba empeñada en ir de “la mujer invisible”, es decir, no ir, y yo todo el tiempo haciendo el paripé de
hablar solo. Más barato sí era. Sin embargo, al final he conseguido que vaya,
por supuesto, encarnando a La Pechotes. Ella, La Nuri, tenía
dudas, como los actores, sobre cómo abordar al personaje en cuestión. Y,
llegamos a la conclusión de que con poner cara de virgen inocente, con ojos de
mujer sorprendida, era suficiente, porque el principal ingrediente que da
nombre al personaje, la mayoría de las mujeres ya lo lleva de serie.
Por lo demás, las Navidades, como siempre, una continua
decepción. Ni me ha tocado una mísera pedrea en la Lotería de Navidad, ni me he
dado de bruces con ese famoso espíritu navideño, que al final debe de ser otra
leyenda urbana, ni hay expectativas mejores de entrar en el nuevo año.
Lo que sí hemos aprendido con la crisis, y quizás de eso
se valen los políticos para que la contestación en las calles no sea mayor, es
que “hay
otros que están mucho peor que nosotros”. Personalmente no los conozco,
pero los hay, porque mientras este vecino está en el paro, hay otros que
también lo están y encima enfermos, por lo que nos toca callarnos. Cosa que hacemos
muy bien, como lo hicimos con el rescate
bancario, o como cuando nos dijeron lo de vivir por encima de nuestras
posibilidades, un puñal que todavía lo tengo clavado.
Lo dicho, viviendo los últimos momentos de este año, los
minutos de la basura. Esperemos que eso, además, no se contagie. ¡Sólo
faltaría
*FOTO: DE LA RED
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